Elena Milian pasó por un episodio traumático en su infancia y eso repercutió en su matrimonio porque no aceptaba el cariño de nadie. Jhon Mejía, por su parte, se crió con su madre, en condiciones extremadamente humildes. “Yo veía que todos tenían padre y yo no tenía papá. Recién a los 9 años conocí a mi padre, pero él jamás se hizo cargo de nosotros, eso hizo que creciera con mucha tristeza. Intentaba ser alegre, pero interiormente estaba mal. En mi entorno se consumía mucho alcohol, eso me fue atrapando. También recuerdo que mi diversión era estar con muchas mujeres”, cuenta él.
“Yo soñaba con realizarme formando una familia, pero a los días de casada me enteré de que él me engañaba. Mi sueño se echó a perder por el alcoholismo de mi esposo, pasó el tiempo y los problemas aumentaban. Pasaron diez años y yo ya no tenía esperanza de que las cosas fueran a cambiar entre nosotros. Nos agredíamos verbal y físicamente, llegué al extremo de intentar matarlo”, relata ella al recordar lo difícil que eran esos momentos.
Ella tenía mucho odio y rencor por las infidelidades de su esposo, eso la llevó a convertirse en una persona fría, indiferente, no quería darle amor. John recuerda que estaban realmente muy mal, había muchas peleas porque él estaba en los vicios y no tenía la fuerza de voluntad para cambiar, para luchar por una vida diferente ni para salir adelante. “No pensaba en mi felicidad, me ocupaba de las cosas de afuera en lugar de invertir en mi matrimonio y en mis hijos. No luchaba para salir adelante con mi familia. Las discusiones, las peleas, la discordia y los enojos habían logrado que el matrimonio se enfriara”, explica él.
Ella tenía muchos celos y él se dejaba llevar por lo que le decían sus “amigos”, entonces no comprendía el trauma que cargaba Elena. Prefería salir a bailar y tomar mucho alcohol. “Volvía a la madrugada a mi casa, eso hacía que mi esposa viviera nerviosa, ella me reprochaba por mi comportamiento. Era duro para mí porque mis hijos veían lo que pasaba entre nosotros”, relata John.
Además de los problemas matrimoniales, también enfrentaban problemas económicos, vivían de prestado y el dinero no alcanzaba para cubrir sus gastos. El momento más difícil fue cuando Elena y sus dos hijos se fueron de la casa y no contaban con el dinero para pagar el lugar donde estaban viviendo. “No tenía para darle de comer a mis hijos, fue tremendo. Un familiar me invitó a la Universal y comencé a participar de las reuniones. Fui sintiéndome diferente, tenía más fuerzas y un día llevé su foto para luchar por él. Una mañana lo encontré, hablamos y me dijo que quería otra oportunidad. Perseveramos, seguimos las orientaciones y la familia fue restaurada, la relación cambió y fuimos bendecidos en la vida económica”, cuenta ella. “En la Hoguera Santa sacrificamos para tener una vida de calidad y comenzamos a conquistar, me llamaron y me dieron un adelanto de una obra. Así fuimos creciendo y hoy en día tenemos una empresa constructora, una casa, un auto y una camioneta”, afirma sonriendo.
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