La iglesia llegó al país en 1992 y hoy cuenta con casi 130 templos
México es un país de lengua española que forma parte de América del Norte y limita con los Estados Unidos. Su territorio tiene una extensión de aproximadamente 2 millones de kilómetros cuadrados. Con una población de 107 millones de personas, es una nación en crecimiento, económicamente hablando, pero con una distribución de renta desigual, situación que colabora para que surjan cada vez más problemas sociales unidos a la violencia y al tráfico de drogas.
La Iglesia Universal del Reino de Dios llegó al país en 1992. El obispo Romualdo Panceiro, fue quien fundó la primera Iglesia en el territorio mexicano, conocida como “Primicia de México”, ubicada en el barrio San Cosme, en la Ciudad del México, Distrito Federal. En una entrevista a la “Revista Plenitude” (07/2005), contó los desafíos enfrentados en la época que llegó al país: “Cuando llegamos, no había nada, comenzamos de cero. Las leyes del país no daban lugar para la predicación del Evangelio y no teníamos cómo trabajar.
Pasamos 4 meses clamando por un cambio, para que pudiéramos asegurar la apertura de la Iglesia. Dios nos atendió y las leyes cambiaron. Aun así, sufrimos mucha discriminación por ser extranjeros y por la dificultad con el idioma. Nadie nos creía. No podíamos usar ningún medio de comunicación para divulgar el trabajo. Todo era muy complicado.”
Pero esa realidad cambió y, actualmente, bajo el cuidado evangelístico del obispo Paulo Roberto Guimarães y del obispo Franklin Sanches, la IURD de México cuenta con más de 128 templos distribuidos por el país, con una catedral con capacidad para 3 mil personas sentadas.
La evangelización en la región se realiza por medio de diarios, programas de radio y de televisión, internet y visitas a residencias. Además, un grupo llamado “Acción Social”, formado por voluntarios de la IURD, visita personas necesitadas y lugares afectados por desastres naturales, llevando mensajes de fe y colaborando con donaciones. También se realiza asistencia a hogares para ancianos, personas en situación de calle, presidios y comunidades indigentes. Sin importar el lugar. Donde existe un alma sufriendo, necesitando apoyo, la Iglesia Universal de México está presente.
Además del apoyo social, la IURD también interactúa con la sociedad en manifestaciones a favor del medio ambiente. Recientemente, el gobierno del Distrito Federal promovió la campaña “Limpiamos México”, proponiéndose movilizar a la población a no tirar basura en las calles. Con escobas, palas y bolsas de basura en las manos, los voluntarios del grupo “Acción Social” allí estuvieron. Se recogieron cerca de 10 toneladas de basura en las calles mexicanas.
El objetivo de la Iglesia en el país es el mismo de todos los demás lugares del mudo: llevar la Palabra de Dios a toda criatura, Palabra que libera y da vida. De acuerdo con el Obispo Paulo Roberto Guimarães, las luchas enfrentadas en el país no son fáciles, pero la victoria es segura. Muchas vidas fueron y están siendo transformadas día tras día por el poder de Dios.
“Desde que la Iglesia Universal llegó a las tierras mexicanas, muchas familias fueron restauradas, ya que trabajamos mucho para atacar el mal desde la raíz y llevar el amor que el Señor Jesús nos enseñó, restableciendo los lazos familiares y la unión”, explica.
Vida prometida por Dios
La comerciante mexicana Sara Chavalí recibió la vida prometida por Dios. Ella cuenta que era adicta al alcohol y cuando estaba sus efectos se ponía violenta. Por ese vicio tuvo complicaciones neurológicas y llegó a ser desahuciada por los médicos. “Además del vicio y de la enfermedad, mi noviazgo era muy turbado y mi vida financiera también. Abrí mi comercio y, en lugar de prosperar, empecé a hundirme en las deudas. Todo me salía mal”, recuerda.
Sara continúa contando que al llegar a la IURD de México todos esos problemas fueron solucionados. “Fuimos recibidos por los pastores que nos enseñaron a usar la fe. Hoy, no soy más adicta al alcohol. Fui curada, me casé con mi novio y nuestra vida económica está mucho más próspera. Logré comprar la casa de mis sueños, que quería hacía mucho tiempo y no podía. Dios cambió por completo mi historia”, finaliza.