Los mejores pescadores trabajaron la noche entera. Pero nada encontraron.
Cada hijo hereda la profesión de su padre, o la de alguien cercano que tenga paciencia para enseñarle siendo un niño. Así como las niñas, generalmente, aprenden desde temprano a cuidar su casa y a sus hermanos, los niños tienen que trabajar desde temprano para auxiliar en el sustento de la familia.
Por ese motivo, el hijo de un carpintero no debe conocer casi nada, fuera de la profesión de su papá. Y, para una buena pesca, lo mejor es seguir los consejos de un pescador, hijo de un pescador, que fue hijo de otro pescador.
Por lo tanto es extraño que alguien llegue desde Nazaret y le enseñe a los litoraleños del Mar de Galilea a pescar. Pero eso es lo que está ocurriendo.
Habiendo sido expulsado por los religiosos de Su tierra natal, Jesús, el nazareno, salió a predicar las buenas nuevas en las tierras más cercanas. Fue con las poderosas palabras de Sus labios que conquistó a muchos seguidores, y con el poderoso bien en Su corazón curó y expulsó demonios.
Andrés, pescador, presenció uno de esos milagros. Sucedió que la suegra de su hermano, Simón, hervía de fiebre. El simple toque de las manos de Jesús la curó y ahora, los dos hermanos, junto a otros dos pescadores compañeros suyos, los hermanos Santiago y Juan, permiten que Jesús guie la pesca.
“Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.”, ordena el Nazareno.
Además de operar milagros, Él le había enseñado mucho con palabras a los habitantes de la región. ¿Sabrá él que el mejor momento para la pesca es la noche? ¿qué tiene para enseñarles el hijo del carpintero a los pescadores? ¿No sería más competente en la profesión de su padre?
“Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado;“, le recuerda Simón.“Mas en tu palabra echaré la red.”
Los pescadores quieren creer. Mientras tanto, es difícil confiar que se podrá pescar, ya que en toda la noche, ningún pez cayó en las redes de los más experimentados pescadores.
Se apartaron de la orilla hasta donde Jesús creyó acertado y, siendo testigos de otro milagro, los peces obedecen al Hijo del carpintero. Se llenan las redes, las dos barcas se están hundiendo y exige la fuerza de muchos de ellos para regresar a tierra.
Simón Pedro, cae de rodillas ante Jesús, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. “
Él quiere decir que es solo un hombre, alguien simple, un pecador, sin méritos como para estar en su compañía. No lo dice, su emoción no lo deja, pero Jesús entiende.
“No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”
Esos son los primeros cuatro pescadores de hombres que Jesús elige. Y los hijos de los pescadores reconocen esa autoridad, porque saben que Aquel no es el hijo del carpintero, sino el Hijo de Dios.
(*) Lucas 5:1-10