Quien es completamente feliz no anda en búsqueda de bendiciones, sino que es la propia bendición.
Con el tiempo, cada uno se da cuenta de que es difícil confiar en las personas: primero, porque nos decepcionamos, y segundo, porque también decepcionamos. En el ser humano no hay perfección, pero cada uno puede elegir y necesita confiar siempre en Dios.
Cuando elijas confiar, significará que elegiste obedecer. Con o sin ganas, entendiendo todo, poco, ¡o no entendiendo nada! Porque sabés que Él, como Padre Celestial, tiene un plan para tu vida, un plan que es bueno, perfecto y agradable.
¡Es una cuestión de elección! Y eso fue lo que hizo Job.
Job eligió confiar en Dios, no solo cuando las cosas le iban bien. No solo cuando estaba saludable, cuando era respetado, cuando era el hombre más rico del oriente, cuando tenía hijos, cuando tenía siervos y animales… ¡Una riqueza incalculable!
Él no fue feliz por las personas ni por las cosas, sino porque confiaba, porque era la propia bendición. Cuando vos sos la propia bendición, tenés confianza en vos mismo, confiás en Dios. Algo que se revela a las personas por tus palabras, tus prioridades y tus acciones.
“El Señor le dijo a satanás: ¿Te has fijado en Mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la Tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.” Job 1:8
Acá está clara la fórmula para alcanzar la Felicidad Completa, y es porque está compuesta por funciones detalladas en este versículo. La primera: “… es Mi siervo”, él eligió servirme a Mí, ni a él mismo, ni a los demás. La segunda: “… hombre intachable”, íntegro, honrado. La tercera: “… recto”, justo. La cuarta: “… temeroso de Dios”, es decir, fiel. ¡Y la quinta! “… Apartado del mal.”
Dios quiso destacar a Job, cuyas acciones expresaban que Dios era el Primero en su vida, su prioridad. También porque fue Job quien practicó la quinta característica: se apartó del mal.
Apartarse del mal no lo mantuvo pasivo, sino activo. La persona que es la propia bendición no se queda en lo pasivo de saber, oír, hablar. Apartarse del mal se trata de un comportamiento que requiere decisiones, acciones, actitudes.
El mal nos llega a todos, pero acá no habla solo de la acción del mal, sino de situaciones que todos atravesamos. La duda, el miedo, la soberbia, la ingratitud y la indisciplina son el mal. Y cuando aceptás estas cosas en tu mente, en tu vocabulario o en tu comportamiento, estás aceptando el mal en tu vida.
Las acciones de Job provocaron que formara parte de la conversación que tuvo Dios con satanás. Satanás se ensañó con Job para probarle a Dios que no sería fiel, que, si le sacaban todo, Job lo iba a negar.
¡Claro! Satanás tenía experiencia en ver ese tipo de actitudes por pérdidas mucho menores, pero con las actitudes de Job, la sorpresa, las reacciones y la incomprensión de satanás tuvieron que haber sido enormes.
Esta vez, el punto a destacar es que satanás no es el enemigo N.º 1 de tu alma: el primer enemigo del alma es el pecado. Por eso Jesús asumió nuestro lugar para vencer el pecado, las iniquidades y transgresiones.
Él se dio para que hoy en día vos seas perdonado, en otras palabras, para que seas la propia bendición. Ser la propia bendición solo es posible porque ya no le tenés miedo a la muerte ni a los desafíos. ¿Cómo vas a ser la propia bendición si tenés miedo en las circunstancias adversas que vivís social, familiar o personalmente?
Job, a pesar de cada adversidad enfrentada, se mantuvo intachable porque eligió apartarse del mal. Hay situaciones en las que literalmente tenés que huir del mal. ¡Atención! No se trata de huir del diablo, sino de situaciones en las que te sentís o te ves inclinado, y hay que tomar una actitud. Cambian las situaciones, cambian las personas, pero Dios continúa esperando que Lo temamos y que, por eso, huyamos del mal.
El dilema de la religiosidad
A menudo, la conciencia nos guía a huir del mal, pero el espíritu de la religiosidad es un espíritu que nos hace creer que, por saber, estamos capacitados para enseñar. No es así.
“Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, la otra la provocaba. Y Ana lloraba y no comía. Entonces Elcana, su marido, le dijo: Ana, ¿por qué llorás y no comés? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo para vos mejor que diez hijos?” 1 Samuel 1:7
Este hombre, cuando se dio cuenta de que la condición de su esposa comprometería su carrera ministerial y su reputación social, por la presión religiosa y social, buscó la solución. Encontró una segunda esposa, tuvo hijos, pero no era amada.
Ana, su primera esposa, también era una mujer religiosa. Elcana no paraba de hacer sacrificios todos los años, sin embargo, cuando el problema de cualquiera de nosotros está en el alma, nadie puede ser intermediario entre nosotros y Dios. Está escrito que solo hay un intermediario entre nosotros y Dios, y es Jesucristo.
Seguí una fórmula segura
Hoy entendemos que la religiosidad está más cerca de lo que imaginamos. Acá te dejamos 4 claves para evitarla y fortalecer tu relación con Dios:
1. Cultivar el temor a Dios, que no es miedo, sino el respeto profundo de gratitud. Temer a Dios es materializar tu gratitud a Dios por lo que hizo, hace y hará.
2. Ejercitar la voluntad de Dios, que es la obediencia en las pequeñas y constantes decisiones que tomás en cada lugar en el que estás.
3. Buscar la verdad, que es la fuente, la guía para discernir el bien y el mal.
4. Rodearte de personas que también se apartan del mal. Es cierto que en el trabajo, en la universidad, no hay manera de apartarse físicamente de todas las personas, ya que no todos quieren dejar de practicar el mal. Ese es el motivo por el que necesitamos rodearnos de personas que quieren apartarse del mal, que no quieren desagradar a Dios para ser la propia bendición.
Ahora conocés claves para vivir la Felicidad Completa ¿te animás a practicarlas?