Matías: “Mis compañeros de colegio se burlaban de mí, porque vivía en la miseria. No quería volver de la escuela para no ver a mi padre arañado y a mi madre golpeada. Con el tiempo, sufrí un cambio de comportamiento radical. Me volví agresivo, me expulsaron de tres colegios por mi carácter. Era violento, robé y conocí el mundo de la marihuana a los 13 años. Fumaba con amigos en las plazas”.
Su esposa Soledad también pasaba por conflictos internos y externos que tenían origen en su infancia: “Nunca tuve una figura paterna porque mis hermanos y yo somos hijos de diferentes padres y no estaban presentes. Desde chica les guardé rencor a los hombres.
Era una persona solitaria, no le contaba a nadie los problemas que sufría. Estaba deprimida y de noche tenía pesadillas”.
Matías encontró ayuda en una invitación de su mamá: “Comencé a participar de las reu-niones de la Universal y lo primero que cambié fue mi carácter. Dejé las drogas y me liberé de todo”.
Ella también conoció la Iglesia y encontró la ayuda que necesitaba: “Me invitaron a participar de una reunión y mi vida comenzó a cambiar. No fue fácil la transformación, pero salí de la depresión y superé el rencor. De noche puedo dormir tranquilamente. Además, gracias a Dios, encontré a un hombre con el que puedo compartir todo y me casé con él, somos felices”.