El pasado martes 29, un hombre mató a otro de un disparo en pleno Microcentro porteño cuando intentó defenderse en una situación de robo.
Apenas pasadas las 9 de la mañana, un abogado caminaba por la calle San Martín al 500, entre Tucumán y Lavalle, cuando fue asaltado por dos delincuentes que iban en una moto, y se resistió a tiros con una pistola Glock de 9 mm, desafortunadamente terminó matando a un peatón que circulaba por la vereda en ese momento, quien quedó tirado en el lugar con un disparo en la espalda. En declaraciones a Crónica TV, el titular del SAME, Alberto Crescenti afirmó que la víctima tenía entre 50 y 55 años y murió por un disparo de arma de fuego en el tórax.
Estamos ante otro caso de intento de justicia por mano propia, en el que una víctima de un delito se convierte en victimario basándose en su derecho a defenderse, sin importar que en el afán de evitar que le roben termina llevándose la vida de otra persona. Lo mismo sucedió el pasado fin de semana en Caleta Olivia, donde un hombre de 27 años fue brutalmente golpeado por los vecinos, acusado de haber abusado de una niña de 10 años. La Policía llegó al lugar para impedir que continuaran las agresiones, porque según los testigos, estaban dispuestos a quemar el lugar donde se ocultaba el sospechoso.
Un delito que se cobra miles de vidas
La justicia por mano propia es un delito que todos los años se cobra miles de vidas. En Bogotá, capital de Colombia, por ejemplo, se registra un muerto por casos de justicia por mano propia cada tres días, según un estudio de la Universidad Nacional de Colombia. “Entre junio de 2014 y junio de 2015 murieron 140 personas por linchamiento en Bogotá, eso da un muerto cada tres días”, sostuvo a la AFP Rosembert Ariza, director de la investigación y profesor de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. Esta cifra surge del análisis de datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, la Policía Nacional y artículos de medios locales, explicó.
El deseo de venganza, la impotencia que causa el dolor por haber sufrido violencia o la necesidad de honrar la memoria de los que ya no están son algunos de los motivos que impulsan a una persona a buscar la justicia por su propia cuenta.
La población no puede asumir un papel que no le corresponde, sí debe denunciar y señalar a los culpables, pero nunca hacer justicia con sus propias manos, porque lo que estará cometiendo en realidad, es una injusticia mucho mayor que la que busca combatir. Lo único que se logra es alimentar un espiral de violencia que no tendrá fin, ya que la violencia genera más violencia y se cobra muchas vidas.
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