En 70 después de Cristo (d.C.), los judíos se indignaron contra el poderío romano en Tierra Santa a causa, entre otros motivos, de los altos impuestos. Fue la Primera Revolución Judaica. El emperador Tito llevó a 70 mil soldados para contener a los rebeldes, en una operación que, pensaba él, terminaría enseguida. Menudo error: los legionarios romanos intentaron invadir la ciudad durante 7 meses, en uno de los más complejos sitios militares de la Antigüedad.
Con la ayuda de los ingenieros, los romanos emplearon equipamientos como catapultas, torres móviles, escaleras y varios otros; utilizaron lo más moderno para la época. Cuando los muros finalmente cayeron, los legionarios promovieron un verdadero baño de sangre en la ciudad. El saldo: más de 100 mil muertos, el resto de la población esclavizada y desterrada – mientras que buena parte huyó durante la invasión-, la ciudad y el Segundo Templo incendiados (como lo muestra, la foto anterior, grabada en alto relieve en el Arco de Tito en Roma; una prueba más del hecho histórico).
Mientras la población resistía la invasión del lado de los muros, racionaba alimentos, ya que no podía entrar la comida debido al bloqueo militar. Los víveres eran almacenados y consumidos por los judíos y solían esconderlos en huecos, galerías y cisternas, lejos de los ojos de todos.
Recientemente, la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA, la sigla en inglés) exhibió una cisterna de una antigua casa, descubierta muy cerca del Muro de los Lamentos, en las inmediaciones del Arco de Robinson, donde fueron encontradas en óptimo estado, tres vasijas de cerámica en las cuales fue almacenada la comida durante el sitio del año 70 al igual que una lámpara de aceite utilizada para iluminar la posada (foto).
Según Eli Shukron, el arqueólogo que lideró la excavación, “es la primera vez que podemos relacionar hallazgos arqueológicos con el hambre sucedido durante el sitio”. Él comentó que, el hecho de que los rebeldes se escondieran en lugares subterráneos para comer lejos de la vista de todos fue comprobado por los objetos encontrados, y narrado por el historiador romano de origen judío Flávio Josefo (37-100 d.C.) – quien fue testigo de la Primera Revolución – en su libro “La Guerra de los Judíos”.
Según Josefo, los rebeldes acostumbraban buscar comida en las casas de los ciudadanos, al punto de dejar a las familias pasar hambre. Por ese motivo ellos escondían y consumían los alimentos en secreto. A veces, las familias llegaban a comer los granos crudos ya que si fueran asados, el aroma y el humo atraerían a los rebeldes. Algunos habitantes llegaron a ser torturados para que revelaran dónde mantenían escondidos los alimentos.