¿Usted sabe por qué el nombre de Jesús es el Amén? Porque cuando usamos Su Santísimo y Poderosísimo nombre por la fe en Su Palabra, tenemos Su autoridad. Nosotros recibimos la autoridad restituida por el Señor Jesús en el Calvario.
El diablo tomó esa autoridad de Adán y Eva, cuando ellos desobedecieron al Señor. Pero Jesús vino y obedeció, fue siervo. Venció al diablo, a la muerte, al infierno y al pecado. Él venció al mundo y resucitó.
Y con Su autoridad tenemos capacidad para vencer al infierno. Jesús le dijo a los discípulos: “… el reino de Dios ha llegado a vosotros”, esto quiere decir que hasta ese entonces el reino de las tinieblas imperaba. Sin embargo, llega el Reino de Dios adonde el Señor Jesús es el Señor de la vida de los que creen, de los que aceptan.
Además, no basta solo creer en Jesús. Si usted no obedece a Su Palabra, no sirve de nada creer en Él. Lo que hace la diferencia entre los que tienen la autoridad del Señor Jesús y los que no la tienen, aunque crean en Él, es justamente la obediencia.
Cuando nosotros desobedecemos a la Palabra de Dios, estamos rechazando a nuestro Señor. Fue eso lo que sucedió en el Jardín del Edén. Mientras Adán y Eva eran obedientes a la Palabra, no había muerte, enfermedad. Sin embargo, cuando se rebelaron contra Dios desobedeciendo Su Palabra, Satanás recibió de regalo el reino de este mundo. El reino de este mundo estaba bajo la autoridad de Adán y Eva, pero ellos tomaron su dominio y lo transfirieron a Satanás con la obediencia a la palabra del diablo. ¿Por qué existe egoísmo, egocentrismo, corrupción, mentira, robo, asesinato, existe el mal en el mundo? Porque el ser humano fue generado por Adán y Eva corruptos.
Jesús trajo una fe, una justicia, un comportamiento, una ética. Él trajo el reino de la disciplina, el reino de todo lo que es justo. Jesús trajo, entonces, el Reino de Dios, que es la vida limpia, es sí, sí, no, no. O es o no es. No hay corrupción, mentira, malicia.
Cuando el cristiano obedece a la Palabra de Dios, esa persona carga en sí también el nombre del Señor Jesús y toda Su autoridad. Jesús es nuestro Amén. Y, si Él dice Amén, no hay Satanás, no hay infierno, no hay nada en este mundo, nada que pueda impedir a la criatura ser una persona victoriosa, bendecida.
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