Todo lo que oímos y decimos respecto a la elección de alguien para pasar el resto de la vida, como esposa o marido, en un casamiento exitoso que genere muchos hijos espirituales (almas), parece que ya se sabe. Sin embargo, lamentablemente, vemos a muchos que pierden incluso la propia Salvación por haber hecho una pésima elección de su cónyuge.
Cuando el muchacho es espiritual, él nota la belleza de la chica, pero no se deja llevar por eso. Lo mismo sucede con la chica cuando es espiritual, nota la belleza del muchacho, sin embargo, atiende a la visión de Dios:
Y el SEÑOR le respondió a Samuel: No mires a su apariencia, ni a lo grande de su estatura, porque Yo lo desecho; porque el SEÑOR no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el SEÑOR mira el corazón. 1 Samuel 16:7
La belleza es relativa porque acaba después de que usted la prueba. Al principio, todo es novedad, las primeras experiencias son inolvidables, pero después, listo, pasó, ahora la vida sigue. El sexo pasa a ser básicamente todo igual, ¿y ahora? ¿Quién vive dentro de ese cuerpo bonito? ¿Dios o el diablo?
Pero quien piensa y ve con los ojos de Dios no se enfoca en el lado externo, no se enfoca solo en el sexo, sino en lo que hay adentro de la esposa o del marido, que es lo que continua después del periodo de la luna de miel.
Cuando hay un nuevo nacimiento y el bautismo con el Espíritu Santo, entonces la esposa pasa a ser una auxiliadora del marido para ganar almas. Ella estará ayudándolo en los bastidores de su ministerio, en los momentos de los desiertos, persecuciones y luchas que, normalmente, un hombre de Dios pasa en su trayectoria. Pero, si dentro de ella existe la presencia del diablo, será una piedra de tropiezo. Yo diría, comparando mal, un “derrame” en la vida del hombre de Dios, pues una de las secuelas del derrame es que el paciente tenga que andar empujando una pierna y un brazo por estar paralíticos (muertos) y no pueden participar más de la coordinación motora del cuerpo. Siendo así, él jamás podrá vencer al infierno, en una lucha feroz de arrancar las almas de las garras del mal.
Vemos eso en la vida de muchos que, después del casamiento, quedaron paralíticos en su ministerio porque descubrieron que su otra mitad (esposa) estaba muerta espiritualmente, y tienen que arrastrarla, tornándose un peso tan grande capaz de impedirles ser el exponente que eran en las manos de Dios antes de casarse.
… conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Apocalipsis 3:1
Eso ha sucedido también con mujeres que eran una bendición en las manos de Dios cuando eran obreras y solteras, pero lo mismo sucedió al casarse con alguien que pensaron que era de Arriba, pero era de aquí abajo.
Y les dijo: Vosotros sois de abajo, Yo soy de Arriba; vosotros sois de este mundo, Yo no soy de este mundo. Juan 8:23
Debemos aprender que, en la elección de alguien para casarse, la belleza exterior es relativa. Incluso porque lo que es bonito para unos no lo es para otros, pero la belleza interior es bonita para todos.
Observe, la belleza externa, si fue generada por la unión sexual entre dos personas bien dotadas de apariencia, entonces, como mínimo, va a generar hijos de buena apariencia. Pero la belleza interior es generada por el propio Espíritu Santo, entonces nace un nuevo “ser” que trae la apariencia del propio Dios en su interior.
¿Qué es más importante? ¿El cuerpo escultural de una mujer generado por la unión sexual de una pareja o el perfecto y nuevo “ser” interior generado por el Espíritu Santo para Su Eterna Gloria?
Todo eso nos enseña el Espíritu Santo, a través del obispo Macedo, APRENDÁMOSLO.
Colaboró: Obispo Sérgio Correia