Después de la conversión al Señor Jesucristo, el paso más importante en la vida del ser humano es la constitución de su familia. Muchos jóvenes, sin embargo, en el afán de alcanzar el éxito económico, han dejado el matrimonio en segundo plano.
Muchos padres tienen incluso gran parte de culpa cuando el matrimonio de sus hijos fracasa, pues ellos buscan estimularlos mucho más con los estudios y conquistas económicas que propiamente para la constitución de sus familias.
Creen que si a sus hijos les va bien económicamente, el matrimonio será una consecuencia. Pero es ahí donde se engañan, porque la felicidad de una persona está directamente relacionada con su matrimonio.
Normalmente, las personas piensan que el matrimonio es solo una sociedad entre dos personas de sexos opuestos, y que, en el caso de no funcionar, la sociedad puede ser deshecha ante la justicia, haciéndose cargo cada uno de su propia vida. Pero no es así de simple.
La disolución del matrimonio incluso puede suceder con cierta naturalidad y sin grandes perjuicios cuando la pareja no tiene hijos. Cada uno puede, después de la separación, reconstruir su vida nuevamente. Pero cuando hay hijos, la situación se complica y además traerá perjuicios a la pareja por el resto de la vida.
Básicamente, ¿qué es un matrimonio? Del punto de vista mundano, solamente es un contrato social de dos personas. En ese caso, vale todo, teniendo en cuenta que todo lo que tiene la orientación del diablo no tiene moralidad, disciplina o cualquier cosa que sirva. Libertad sin Dios normalmente se mezcla con libertinaje, y ahí vale todo.
Desde el punto de vista bíblico y cristiano, el matrimonio es la unión de dos personas, de sexos opuestos, que se creen mutuamente. Creen que, unidas bajo las bendiciones de Dios, pueden construir un hogar sólido en el verdadero amor.
Hay dependencia entre los cónyuges. Es como si uno fuese la pierna izquierda del otro y el otro la pierna derecha. De hecho, el matrimonio cristiano es la unión de dos mitades que conforman un todo, un cuerpo completo. El hombre es una mitad y la mujer la otra; los dos se complementan, convirtiéndose en un solo cuerpo.
El elemento que convierte a este cuerpo en solo uno es el amor, que el Espíritu Santo derrama en sus corazones, pues está escrito: “… porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5.5).
Creemos que es justamente esto que el Señor Jesús quería decir cuando Le preguntaron al respecto del divorcio: Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” Mateo 19.4-6
No se puede confundir el matrimonio entre los hijos de la luz y entre los hijos de las tinieblas, pues son radicalmente opuestos entre sí. El matrimonio de los hijos de la luz está sujeto a las reglas establecidas en la Palabra de Dios; ahora, el matrimonio de los hijos de las tinieblas no está sujeto a ninguna Ley divina.
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