El efecto más nocivo de la fe religiosa es la separación entre las personas. Cuando alguien dice: “soy evangélico”, inmediatamente crea una barrera con el otro que es católico y viceversa. ¿Y qué tipo de fe es esa que separa, divide, crea barreras entre los seres humanos? ¿No somos todos criaturas de Dios? ¿Cómo crearía Él un sistema religioso capaz de separar a Su criatura? No tiene sentido, ¿no?
Pues bien. La fe religiosa no tiene nada que ver con el Dios Altísimo que vino al mundo para salvar a todos, independientemente de la raza, el color, el sexo, la opción sexual, en fin, ¡todos!
Pero la pregunta es: ¿por qué las religiones son tan fuertes, al punto de haber sido las principales responsables por todas las guerras en el mundo, a lo largo de la historia de la humanidad?
Porque la religión trabaja con la fe emotiva. De la misma forma en que los clubes usan la emoción para promover rivalidades (a veces, incluso la muerte), también el religioso ha sido movido hacia la fe emotiva que, dígase de paso, no trae ningún beneficio práctico.
Pero la fe bíblica no está apoyada en ningún tipo de ciencia de este mundo. Al contrario, sus enseñanzas (Leyes, Mandamientos y Conocimientos de Sabiduría) vienen del Espíritu del Dios Altísimo. Y lo bueno e inteligente es que cualquiera tiene el derecho de probar Sus Promesas e incluso de reclamarle al Señor el cumplimiento de ellas.
Más allá de Su Disciplina espectacular, ningún seguidor de la Biblia es adicto, tiene mal comportamiento, es inconstante, alborotador, corrupto, mentiroso, etc., al contrario, cada seguidor de la Biblia tiene una familia estable y jamás se involucra con las suciedades de este mundo.
La fe bíblica viene del Padre de la Sabiduría y nos premia con una consciencia limpia, honesta, paz con las demás personas y, sobre todo, con Dios. Es lo que les promete el Señor Jesús a Sus seguidores: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”, (Juan 10:10).
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