Los síntomas de la distimia (trastorno depresivo distímico) son:
1- Altibajos del estado de ánimo.
2- Tendencia al estado de ánimo irritable o deprimido. La persona distímica suele ser enojadiza, y con tendencia a estar triste o deprimida.
3- Dificultad para disfrutar de las cosas positivas de la vida. La persona distímica tiene atolladeros para llegar a considerarse plenamente feliz.
4- Trastornos del sueño: el sueño no acaba de ser reparador. La persona distímica se despierta varias veces, y suele hallarse cansada por la mañana.
5- Problemas de concentración. La persona distímica acostumbra a percibir problemas de memoria y de concentración, aún para actividades lúdicas (ver una película, por ejemplo).
6- Tendencia a las somatizaciones. Cefaleas y vértigos son las más frecuentes, junto a los estados de fatiga crónica.
Causas de la distimia depresiva
La distimia, también llamada distimia depresiva, no es sino un estado casi depresivo, activado por una situación de estrés continuado. Acontece con frecuencia en personas sometidas a tensiones constantes, o en personas extremadamente autoexigentes, para las cuales cualquier situación se convierte en estresante.
Duración de la distimia
Puede durar semanas, meses o años. Hay personas que han estado así prácticamente toda su vida. Algunos autores hablan de “personalidad depresiva” en estos casos. Muchas personas con distimia llegan a creer que “ellas son así”, y no identifican la distimia como una condición patológica, sino como un estado normal de su forma de ser.
Malestar personal o familiar creado por la distimia
La distimia es causa frecuente de malestar personal, y de malestar familiar. Las personas con distimia suelen estar irritadas, agresivas, con facilidad para entrar en discusiones, y con una baja tolerancia a las frustraciones. Con frecuencia se las califica de “amargadas”.
Recientes estudios han demostrado que se presenta mayormente en adultos, pero que gran parte de mujeres – en la franja de los 30 años-, niños y adolescentes también pueden ser afectados.
Cabe señalar que el mal humor se transforma en una enfermedad cuando interfiere en la productividad, en la vida social y personal.