Cuando una persona estudia, ya sea en la escuela o en la universidad, existen a lo largo de su carrera pruebas de todo tipo, pasando por las cuales demuestra si ha fijado los conocimientos y las enseñanzas impartidas, y si está en condiciones de pasar al siguiente nivel.
Y el alumno sabe que, después de esa, vendrán otras pruebas de nivel, parciales, por las cuales tendrá que pasar para seguir avanzando en su formación.
Pero hay una prueba que es la más importante, a la que se llega después de haber pasado por esas pruebas parciales. Es la prueba final.
Es esa prueba después de la cual el alumno se gradúa en su especialidad, se recibe y le es otorgado su ansiado diploma.
En la carrera de la fe que se dicta en la Universal es lo mismo.
La persona llega del mundo, analfabeta en las cuestiones espirituales, y empieza a oír la Palabra de Dios predicada desde el Altar y vivida cotidianamente en la Universal. Y va avanzando, y probándose a sí misma que se puede, que no hay límites, que nunca más estará sola porque conoció al Maestro.
Este Maestro es muy especial en Sus métodos de enseñanza. Respeta mucho a los alumnos, les da libre albedrío, los cuida de cerca. Les exige aprobar las materias llamadas humildad, arrepentimiento y perdón y, cuando están listos y dispuestos, pasa a habitar en el interior de los alumnos que Lo aceptan.
Y entonces, algunos más lentamente y otros como alumnos avanzados, escogidos, estudiosos y disciplinados, todos están en condiciones de llegar a rendir esa prueba final.
El aula donde se rinde la prueba se llama Altar. Lo que se rinde es la vida completa. Se obtiene el título de SALVO (que debe actualizarse constantemente). Y el graduado queda inscripto en un libro de actas de graduados muy especial que se llama Libro de la Vida.
En toda escuela hay un mejor alumno al que todos imitan. En esta escuela no es diferente. El Maestro siempre les dice a los alumnos que sigan ese ejemplo, Él siempre les dice: “Mirad a Abraham.”
Él pasó la Prueba Final con la mejor calificación (sacrificio perfecto). Se graduó con honores recibiendo excelentes menciones (ser la propia bendición, el Amigo de Dios, el padre de la fe). Y se le otorgó el premio mayor (Salvación).
Haga como él, apruebe la prueba final con la mejor calificación entregando su vida en el Altar.
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