Cuando se habla de fe bíblica, se habla de fe sobrenatural. Se trata de una certeza sobrenatural, de la convicción que viene de lo alto, que invade la intimidad del ser humano, dejándolo tranquilo y en paz con Dios.
Mientras que la fe natural se basa en conocimientos naturales del tipo: “si se plantan porotos, se cosecharán porotos”; “si una persona camina bajo la lluvia se mojará”, la fe sobrenatural se basa en conocimientos sobrenaturales adquiridos por oír la Palabra de Dios.
Por eso, la fe que viene de Dios no tiene nada de sentimientos humanos, como el entusiasmo o la emoción. Ella es la certeza sobrenatural, certeza que proviene de lo más profundo del interior.
El Señor Jesús dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” Juan 7:38.
Ese fluir de agua viva es el Espíritu Santo. ¿Pero cómo es posible que el Espíritu Santo fluya? Por medio de la manifestación de la fe, o sea, la manifestación de certezas absolutas, convicciones íntimas.
Por ejemplo: “Estoy seguro de que el Señor Jesús volverá a buscarnos”. Esa convicción no tiene nada que ver con un sentimiento humano, pero es algo sobrenatural que forma parte de mi ser espiritual.
Si comienzo a hablar sobre ese tema, de mi interior correrán palabras convincentes inspiradas por el Espíritu Santo.
Así también cuando se manifiesta la fe sobrenatural, hay palabras poderosas convincentes a los oyentes. Pero convincentes, no de entusiasmo o de emoción, sino de certeza absoluta.
Eso hace que los oyentes se llenen de ríos de agua viva de la fe. Los ríos de agua viva son la manifestación del Espíritu Santo en forma de certeza, convicción o fe sobrenatural. En otras palabras, la fe sobrenatural trata del poder de Dios puesto a disposición de los que fueron sellados.
La fe es certeza. Pero, querer tener certeza, no es tener certeza; desear tener certeza, tampoco es tener certeza. Creer que se tiene certeza tampoco significa tener certeza…
La certeza es una convicción íntima que elimina el trabajo del convencimiento. ¡Quien la tiene, simplemente actúa!
La fe es un don de Dios y no sirve que la persona piense que tiene fe y lo confiese si sabe que no la tiene. En términos de fe no existe más o menos. ¡O es o no es!
Mucha gente ha tomado decisiones incorrectas motivadas por una sincera voluntad de querer creer. ¡Y no es así! La fe sobrenatural es una convicción. Su poder es de un tamaño que ni siquiera la muerte puede sacudirla.
Pablo llama a ese tipo de fe como “locura” para el mundo: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).
No existe término medio en cuestiones de fe. O usted tiene la fe que viene de Dios o no la tiene. Y si la tuviera, cuando mayor fueran las dificultades o las barreras, tales como injusticias, persecuciones, calumnias, tentaciones, desprecio y falta de comprensión, mayor solidez tendrá la fe.
La fe que viene de Dios es como un árbol fructífero: a su debido tiempo los frutos aparecen. Cada año, en la estación determinada el árbol florece y da sus frutos, independientemente de las circunstancias.
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