En los tiempos bíblicos, la Fiesta de los Tabernáculos o de la Cosecha, en hebreo llamado Sucot, ya se celebraba en el mes judío de Tisri (entre septiembre y octubre en nuestro calendario). Celebraba la cosecha de las uvas, además de recordarle a todos las dificultades de los 40 años de viaje por el desierto rumbo a la Tierra Prometida, y las lecciones aprendidas en ese período en el que el pueblo vivió en tiendas en Egipto y Canaán.
Era común que las familias viajaran a Jerusalén para los festejos (Zacarías 14:16-19). La fiesta también consistía en una especie de acción de gracias en el final del año agrícola en Tierra Santa, en otoño del Hemisferio Norte.
Para recordar la prueba del desierto, los hebreos armaban cabañas en áreas externas de sus casas, cubiertas por ramas de árboles (por lo general eran palmas), de las cuales era posible ver el cielo por las hendiduras. Bajo aquel “tejado verde”, se realizaban oraciones y comidas (Levítico 23:34-36; 39-44). En la época del Nuevo Testamento, las tiendas no solo servían como salas para cenar y orar. Era común que las familias vivieran en ellas en esa semana en sus patios o jardines – a no ser en caso de enfermedad o una inesperada y rara lluvia.
Dos cortejos de sacerdotes partían desde el Templo de Salomón por la mañana. Uno iba en búsqueda de hojas y el otro al estanque de Siloé, para recoger agua. Cuando regresaban, la procesión se realizaba una vez por día, los primeros seis días y, en el séptimo día, se realizaban siete vueltas simbólicas para recordar el cerco y la conquista de Jericó (Josué 6:3-4). Una tienda especial era hecha para el Altar. Los escalones del Templo se mojaban con el agua del estanque de Siloé, con el fin de que se escurriera hacia afuera, simbolizando la fe que se esparciría de Jerusalén hacia el mundo.
En la parte del Templo llamado Patio de las mujeres se ponían cuatro grandes candelabros con aceite, cuyos pábilos eran hechos con pedazos de las vestiduras de los sacerdotes utilizadas durante aquel año. Bajo las llamas, que podían verse de varios puntos de Jerusalén, se realizaban danzas. Esas luces festivas simbolizaban la revelación y la Verdad de la fe en Dios.
El primer día era como el Shabbat (el sábado judío), con prohibición a cualquier tipo de trabajo. Bajo la tienda (la sukkah, cuyo plural forma el nombre de la fiesta, Sukkot), integrantes de la familia realizaban oraciones balanceando en todas las direcciones un haz de ramas (mitzvá) de tres especies de plantas comunes en Israel (palmera, myrtus y sauce) y un citrón – una fruta cítrica parecida al limón, muy aromática, de la cual se aprovecha la parte blanca de la cáscara. El mitzvá simbolizaba la unidad y la armonía del pueblo bajo la tutela Divina, y los movimientos realizados con él, mostraban que Dios estaba en cada lugar, que creó todo lo que existe y que no había nada más allá de Él.
Actualmente
La Fiesta de los Tabernáculos sigue realizándose en Israel y por familias judías de otros países, incluso sin una relación directa con la cosecha. En los días actuales, no todas las familias duermen bajo el Sucot, pero las oraciones y comidas, todas las realizan. Algunas de esas tiendas simbólicas incluso se arman en las terrazas de edificios y balcones de departamentos. Ya sean hechas de madera o con materiales más modernos – siempre con hojas encima -, las cabañas son decoradas, como era antiguamente, con las llamadas Siete Especies de Alimentos de la Tierra Santa, naturales o artificiales, colgados en el armado del techo: trigo, cebada, granada, uva, oliva, higo y dátil.
Si antes el pueblo realizaba importante parte del festejo en el Templo de Salomón, hoy, por la indisponibilidad del terreno, ocupado por los árabes, entre 50 y 100 mil personas se dirigen hasta el Muro de los Lamentos para orar y presenciar la oración judía, la Bendición de los Sacerdotes.
Cerca de usted – El Templo de Salomón en la actualidad
El período recordado por la Fiesta de los Tabernáculos es exactamente lo retratado en el Templo de Salomón, en San Pablo, Brasil. Incluso los hebreos ya siendo prósperos y estando bajo sus techos fijos en casas de piedra y ladrillos, se preocupaban en recordar, todos los años, los tiempos difíciles en el desierto. Tiempos en los cuales Dios, nunca los abandonó. Ellos no dejaban de orar, adorar ni sacrificar. Incluso con la imponencia del Templo de Salomón original, las cabañas se armaban para recordar cómo habían llegado hasta allí, luchando contra las dificultades. Ese es uno de los motivos por los cuales la réplica del Tabernáculo junto a su ambientación en el desierto, realizada después de mucha investigación y mucho cuidado con los detalles, está presente al lado del gran complejo del Templo en Brás, San Pablo, en un contraste entre la imponencia y la fragilidad. El objetivo es mostrarle al cristiano de hoy como la verdadera fe en Dios llegó hasta él, sin olvidar sus orígenes y la lucha de aquel pueblo que no se postró delante de los problemas. Incluso en medio de la modernidad de San Pablo, Brasil, el visitante se transfiere por algunos momentos a los tiempos del Antiguo Testamento, en el que las religiones no se interponían entre el ser humano y Dios. Abrir la Biblia ya es una experiencia muy interesante, pero sentirse dentro de ella añade mucho más.
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