A nadie le gusta sufrir, por eso, el ser humano siempre está buscando la solución para sus problemas. Solo que el apuro, la ansiedad, el miedo y otros sentimientos llevan a muchos a tomar decisiones equivocadas para encontrar una salida a cualquier precio.
Esto sucede, por ejemplo, en el caso de los que buscan dinero con un prestamista. Aun sabiendo que es ilegal, peligroso y que les saldrá caro, tanto económicamente, por los intereses, como psicológicamente, por las amenazas y la presión, no son pocos los que recurren a esta alternativa para pagar una deuda. Además, muchos intentan justificarse basándose en la costumbre inspirada en la expresión «todos lo hacen, así que yo también puedo hacerlo» para obtener lo que anhelan. De esta manera, lo que parece una solución se transforma en un problema.
Sin embargo, no es solo en el área económica donde las personas buscan soluciones humanas. En la vida amorosa, también es muy común encontrarse con algunos desastres. Es el caso de una joven, por ejemplo, que, a causa de la presión de sus amigos, acepta la propuesta del primero que aparece diciendo que está interesado en ella; o del hombre que se encanta por la apariencia de una mujer y no evalúa el interior de ella, que solo lo hace sufrir. ¿Y qué decir de los que fueron traicionados y terminan traicionando con la esperanza de que la venganza alivie el dolor?
Estas son situaciones que demuestran que el deseo de resolver algo no es suficiente, sino que es necesario un ingrediente más. Otro caso muy común es el del trabajador que se empeña diariamente, pero que, a fin de mes, no logra ver un buen resultado en sus ingresos. Así, surge la pregunta: si el problema no es la falta de esfuerzo, ¿qué es?
Muchas personas se han dedicado y han invertido en sus sueños con todas sus fuerzas, pero solo se han frustrado. ¿Dónde está el error?
Cuestión de fe
El Señor Jesús fue muy claro cuando dijo: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer», Juan 15:5. Ahora bien, si sin la presencia de Dios el ser humano no es capaz de hacer nada, lo contrario también es verdad: con Él podemos todo. No obstante, para vencer, es necesario ejercitar la fe y apoyarnos en Él.
«Una rama que no permanece en el árbol se seca, porque ya no recibirá savia. Jesús es la vid y el Espíritu Santo es la savia. Por eso, cuando usted se ve como esa rama que necesita de la Savia y del Árbol para vivir, entiende que sin Él nada puede hacer. Al darse cuenta de su condición de rama, de siervo, empieza a ver todo bajo otra perspectiva», comentó el obispo Edir Macedo, en su libro El pan nuestro para 365 días. Él agregó que «sin Él, usted no puede hacer nada, no puede resolver nada, no puede sustentar nada. De esta manera, lo más importante es permanecer en Él, unido al Tronco, recibiendo la Savia que le da vida para producir frutos».
El problema es que, en un mundo tan visual, el poder sobrenatural de la fe se neutraliza. A fin de cuentas, para la mente humana, basada en sus conceptos naturales, si el esfuerzo físico no resuelve la situación, algo que no se puede ver ni tocar, como la fe, tampoco sería capaz de provocar un cambio. Es una lógica que no tiene sentido mientras se mira con los ojos humanos.
Así, muchos pierden tiempo intentando cambiar las cosas a su manera, a través de sus métodos, sin siquiera pensar en sus principios y valores, y pasan años caminando en círculos sin llegar a ningún lugar. Cuando se cansan, terminan dejándose llevar por la crisis de ansiedad, por la depresión y por otros problemas.
«No se resuelve un problema creando otro. Por eso, debe usar la fuerza de la fe inteligente y no la fuerza del brazo. Cuando usted usa la fuerza de su brazo, está usando las armas de la emoción, que solo le provocarán más problemas. Sin embargo, cuando usa la fe inteligente, un poder interno, ¡usted se vuelve parte de la solución!», explicó el obispo Macedo en una publicación de su blog.
Es necesario destacar que el éxito o la realización no se alcanza automáticamente, sino a través de una reacción del ser humano. La cuestión es que cuando una persona lucha sola, se limita; por otro lado, cuando tiene una alianza con Dios, lo extraordinario sucede, porque todo viene de Él.
Todo es de lo alto
Es natural que el ser humano quiera resolver un problema con la fuerza de su brazo, a su manera y a través de sus costumbres, incluso, el mal ha usado esto como una estrategia para engañar a muchos. Por este motivo, para huir de esas trampas, es necesario sacar los ojos del problema y buscar la respuesta en Dios.
Es necesario estar consciente de que, mientras el ser humano ve el ahora, Dios tiene una amplia visión del futuro y de lo que es mejor. Por eso, primero se debe buscar Su Reino (lea Mateo 6:33) y confiar que las demás cosas serán añadidas, porque todo viene de lo Alto. Lea Santiago 1:17. Entienda: «El Señor mata, y Él da vida; Él hace descender al Seol, y hace subir. El Señor empobrece, y Él enriquece; abate, y enaltece. Él levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque del Señor son las columnas de la tierra, y Él afirmó sobre ellas el mundo. Él guarda los pies de Sus santos, mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza», 1 Samuel 2:6-9.
¿Cuánto tiempo más seguirá actuando de la misma manera y obteniendo los mismos resultados? Para cambiar verdaderamente, empiece buscando la fuerza que viene de lo Alto. Estas virtudes no se encuentran en libros o universidades, sino en la comunión con el Altísimo, la cual es gratuita, pero exige fe.