“… no se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme…”, (Jeremías 9:23-24)
Cuando usted recibe el Espíritu Santo, Él le revela a Su hijo, Jesús. Y, una vez que conoce al Señor Jesús, entonces puede gloriarse, porque no hay nada más glorioso, más rico, más poderoso, nada más grande que conocer al Señor Jesús. En eso está la gloria del ser humano.
Imagine: la persona estudia, recibe una formación profesional, se vuelve exitosa, conquista el oro y el moro, familia, salud, todo. Pero todas las conquistas de este mundo solo valen por un tiempo limitado, porque la persona va a vivir 80, 90, 100 años, como mucho, incluso así, su vida va declinando, su cuerpo se va deteriorando, hasta que llega el momento en el que desciende a la sepultura.
Entonces, toda la gloria de este mundo se resume en solo cien años o un poco más. Sin embargo, cuando la persona tiene acceso a la gloria de Dios, que es el conocimiento, la experiencia con el Señor Jesucristo, su vida durará toda la eternidad, su gloria es eterna.
Es una cuestión de inteligencia. Piense, ¿qué es mejor? ¿Gloria por cien años o para toda la eternidad? ¡Es usted quien elige!
Nosotros somos los que hacemos nuestras propias elecciones. Y sepa una cosa: para conocer al Señor Jesús, nosotros no tenemos que merecer, pero lo que si debemos hacer es obedecer la dirección del Espíritu Santo.