Ariel Sosa tenía muchos proyectos, pero siempre se frustraban. Él vivía de fiesta en fiesta y no rendía ni en la facultad ni en el trabajo como debería. Eso lo llevó a estar depresivo y refugiarse en el alcohol. Al poco tiempo de comenzar a salir con Bárbara tuvieron un accidente automovilístico y ella quedó con un 50% de discapacidad de la cintura para abajo. “Cuando tuvimos el accidente, yo me sentía culpable, ella estaba entre la vida y la muerte. Tenía fractura en la pelvis, dislocación en la cadera, el nervio ciático se había salido de lugar y tenía las dos piernas adormecidas. Había que esperar que llegara una prótesis, mientras tanto ella no podía dormir de los dolores”, cuenta él.
Cuando Bárbara descubrió la programación de la Universal, le dijo a Ariel que se acercaran a la iglesia. Él no creía en nada, pero ella sabía que allí sucedían milagros. Bárbara llegó a la iglesia con un andador y descubrió el poder del Dios Vivo.
“Queríamos salir de la esclavitud que estábamos viviendo, entonces sacrificamos en la Hoguera Santa del monte Sinaí. Subimos al monte y bajamos con la respuesta. Ella no necesitó la prótesis porque los huesos se soldaron. Los dolores desaparecieron y volvió a caminar con normalidad, no le quedó ninguna secuela. Gracias a nuestro sacrificio en la Hoguera Santa tenemos una metalúrgica, edificamos estaciones de servicios, galpones, depósitos y trabajamos para vialidad. Logramos conquistar la casa propia y varios autos y camionetas. Nos casamos y pudimos tener un hijo, aunque nos dijeron que nunca íbamos a poder tenerlo.
Hoy tenemos paz, tranquilidad y alegría, yo dejé los vicios y estamos edificando un nuevo taller metalúrgico con más de 500 metros cuadrados cerrados. Recientemente logramos conquistar un terreno que supera los cuatro millones de pesos y otros lotes para edificar”.