Una de las mayores enseñanzas que tenemos en la Palabra de Dios es acerca de la humildad. Es imposible que Dios Se revele al orgulloso, al presumido, al arrogante. Dios solamente Se revela a los humildes. Por eso eligió a Abraham, porque era humilde.
Dios no Se revela a aquellos que cuando se les dice algo contestan: “Yo ya lo sé”. Esos en realidad no saben nada, porque vamos a morir aprendiendo y aun así nada sabremos.
Para que la persona nazca de nuevo tiene que ser humilde.
Dios Se reveló a Abraham porque él, aun viviendo una vida excelente y siendo riquísimo, cuando Dios le dijo “ Vete de tu tierra..”, Lo escuchó y dejó humildemente todo lo que tenía.
Dice la Biblia que Abraham partió sin saber adónde iba, solo creyendo en la Palabra de Dios.
“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). El peor pecado es el orgullo, ante el orgulloso y soberbio, Dios Se resiste.
Jesús dijo en Su primera enseñanza en el Monte de las bienaventuranzas: “BIENAVENTURADOS LOS POBRES EN ESPÍRITU, PUES DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.” MATEO 5:3
Jesús no dijo: “Bienaventurados los pobres materiales…”.
Él dijo “Bienaventurados los pobres en espíritu…”.
Hay personas pobres materialmente y, sin embargo, orgullosas.
Es cuando la persona es humilde de espíritu que está siempre dispuesta a aprender. Y para alcanzar el Reino de los Cielos es necesaria la humildad, pero mucha humildad, para aprender lo que la Palabra de Dios enseña.
Ese es el secreto:¡Mucha humildad para tener oídos para oír lo que dice la Palabra! Cuando la persona es humilde escucha y acepta. Cuando no es humilde se molesta, no acepta, se cree autosuficiente. No tiene oídos para oír la Palabra.
El Señor Jesús dijo: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice …” (Apocalipsis 2:7).
En otras palabras: “El que es humilde, oiga lo que el Espíritu dice…”
Cuando Dios Se le reveló a Abraham, conocía su humildad, sabía que iba a obedecer. En Génesis Capítulo 12:1 dice: “Y EL SEÑOR DIJO A ABRAHAM: VETE DE TU TIERRA, DE ENTRE TUS PARIENTES Y DE LA CASA DE TU PADRE, A LA TIERRA QUE YO TE MOSTRARÉ.”
Abraham lo tenía todo, tenía una vida cómoda, pero cuando Dios le habló en la tierra de Harán, Lo escuchó: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición…” “Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra…”
Abraham dejó atrás su tierra al escuchar a Dios porque era humilde.
Un orgulloso hubiera preguntado:“¿Por qué?”, pero Abraham dijo: “¡Heme aquí!”.
Si usted es esa criatura que quiere recibir el Espíritu Santo, ya hizo oración, cadena, subió al Altar varias veces y el Espíritu Santo no vino. Si usted tal vez dice: “Ya hice el Ayuno de Daniel varias veces, ¿qué falta?”. La respuesta es que Dios ni viene, ni les habla, ni Se revela a las personas orgullosas.
Es necesario que usted tenga oídos para oír. Usted tiene que ser humilde, de lo contrario Él no va a hablar con usted, no Se va a revelar a usted. Es cuando Él habla que el humilde recibe fe para actuar y conquistar lo que quiere, sea material o principalmente espiritual.
Dios no Se revela ni les habla a quienes no son humildes. Cuando la persona dice: “Te necesito, no soy nada sin Ti, Te entrego todo lo que soy y todo lo que quiero ser…”, entonces sí, Él Se revela.
El humilde se expresa cuando se entrega totalmente a Dios, cuando deja claro que está listo para obedecer la voz de Dios recibe la fe y entonces su vida se transforma. Fue lo que le sucedió a Abraham. Él fue el hombre que comenzó todo el cambio y la transformación en todas las naciones, porque fue humilde, oyó y obedeció.
El Reino de Dios empezó con Abraham. Dios lo escogió por su humildad y empezó con él empezó una nueva generación. Abraham obedecía a todo lo que Dios le decía, incluso dar a su hijo en sacrificio.
¡Por eso es el padre de la fe! Por eso en Isaías 51-2 Dios dijo: “Mirad a Abraham…”
Abraham obedeció 100% porque era humilde. Oyó y entonces recibió la fe, esa fe transforma y cambia todo lo que sucede en la vida de las personas.
Si la persona quiere recibir el Espíritu Santo, que es la mayor dádiva de Dios, tiene que ser humilde, reconocer que sin Él nada es, y tiene que decirle: “Haz de mí lo que Tú quieras”. ¡Es entonces cuando viene el Espíritu Santo!
David fue perdonado de sus grandes pecados porque fue humilde. Pidió que Dios le devolviera la alegría de la Salvación y no el trono del palacio.
Si la persona es humilde y se entrega 100%, el Espíritu del Altar la transforma en un Altar ambulante.
Piense en esto.