Abraham nació en una familia idólatra y en un tiempo en el que el paganismo estaba impregnado en la civilización. Los padres de Abraham eran idólatras, adoraban a dioses de palo y de piedra.
Y Josué dijo a todo el pueblo: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: Al otro lado del Río habitaban antiguamente vuestros padres, es decir, Taré, padre de Abraham y de Nacor, y servían a otros dioses.
Josué 24:2
Ahora se entiende porqué Dios Se le apareció a Abraham y le dijo: “Vete de tu tierra a la tierra que Yo te mostraré”. Dios tenía que sacarlo de ese lugar para hacer cosas grandes a través de él. No era posible si Abraham vivía en esa tierra donde se adoraba a otros dioses.
La idolatría es abominable a los ojos del Altísimo porque se opone a Su plan de cuando creó al hombre.
Creó, pues, Dios al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Génesis 1:27
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo quisieron hacer al hombre a Su semejanza, a Su imagen. Dios quería que quien mirara al hombre Lo viera a Él. Dios quiere que las personas digan: “Este hombre es de Dios” porque por su carácter, por su conducta, refleja la imagen de Dios.
Queda claro que, desde el principio, la intención Divina al formar al ser humano, era que fuera su representación en la tierra. Él recibió dominio sobre todo y era la imagen de Dios.
Dios le había dado ese dominio, pero el hombre se corrompió, Lo desagradó y por eso la maldición vino sobre la humanidad.
El Señor les había dicho: “… pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás.” Génesis 2:17
Y el diablo sedujo a Eva y ella sedujo a su marido para que pecara y desobedecieron a Dios.
Hoy el diablo hace lo mismo, y los que desobedecen a Dios pierden las cosas buenas que Él tiene para dar.
Por eso Dios buscó a Abraham, que no era como Adán, para generar una nueva nación.
El pecado rompió esa sociedad y la humanidad fue creciendo distante del Creador. A través de Noé, vino el intento de recomenzar la raza humana, teniéndolo como modelo. El tiempo pasó, sus descendientes se desviaron una vez más, y los falsos dioses fueron surgiendo. ¡Pasó a existir dios para todo tipo de gusto! Cuando en realidad hay UNO SOLO que es el Señor Jesús.
Cuando Dios llamó a Abraham, a los 75 años, y lo hizo salir de Harán, de la casa de sus padres, e ir a la tierra que le mostraría, lo hizo, exactamente, para separarlo de esa fe pagana.
¿Cómo Dios iba a bendecir a un hombre que estaba rodeado de una fe pagana? Él lo hizo tomar una actitud de fe. Lo que más llama la atención en la fe de Abraham es haber escuchado una voz y obedecer sin saber adónde iba.
La obediencia ilimitada de Abraham agradó a Dios y dio inicio al plan de crear una nación, en la cual nacería Aquel que bendeciría a todas las familias de la tierra. En realidad, el evangelio no comenzó en Mateo, ¡sino en Génesis! ¡Abraham fue el precursor del evangelio!
Quien miraba a Abraham veía en él la imagen del Propio Dios, tanto en la conducta, como en la calidad de vida.
Cuando las personas ven a alguien que obedece a Dios y tiene un carácter irreprochable, ven a Dios a través de ese alguien.
En Jesús, a través de la persona del Espíritu Santo, todos aquellos que miran a Abraham, o sea, que viven la fe sacrificial, pasan a reflejar la imagen del Dios Altísimo.
Sin embargo, hay quienes no quieren vivir esa fe sacrificial y decir como dijo el Señor Jesús, que hizo la voluntad del Padre: “Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras.” Mateo 26:39
Dios quiere ser visto en la persona a través de su conducta y de su calidad de vida. Que sea marido de una sola mujer, mujer de un solo marido, persona recta y honesta.
Cuando una persona recibe el bautismo con el Espíritu Santo, se torna esa imagen viva en la tierra. ¡Quien la mira ve al Propio Dios! Fue eso lo que Jesús reveló:
Felipe Le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta.
Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no Me conoces, Felipe? El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? Juan 14:8-9
Cuando la gente ve que la persona no adora a ninguna imagen de yeso pregunta: “¿a quién adoras, dónde están tus imágenes?”
Y la persona obediente y honesta puede responder: “Yo soy la imagen de Dios, mírenme a mí, aquí está la imagen de mi Señor, ¡soy yo!”
Ese es el plan de Dios para el hombre, ¡que él sea Su imagen!
Pero para que eso suceda hay que ser como Abraham: obediente, entregado, hay que entregarle el control de la vida a Dios.
¡Si hacemos como Abraham seremos como Abraham!
Dios no quiere ser visto en su vida por medio de una imagen hecha por hombres. Quiere que usted Lo represente tanto por el carácter, como por una vida de calidad. ¡Miremos a Abraham!
¿De qué sirve tener un montón de imágenes y que la heladera esté vacía y la conducta no sea correcta?
No importa la raza, la condición social, la edad, ¡lo importante es obedecer como lo hizo Abraham!
Abraham tenía 75 años, nunca había visto a Dios, nunca había visto milagros ni testimonios. Era riquísimo, tenía muchas posesiones. Pero cuando Dios le dijo: “VETE” él dijo sin cuestionar: “SÍ SEÑOR”.
Muchos pensaron “Está dejando lo seguro por lo dudoso”, y ni siquiera Dios le decía adónde iba.
“Por la fe Abraham, al ser llamado, obedeció, saliendo para un lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber adónde iba.” Hebreos 11:8
“… te haré padre de multitud de naciones.” Génesis 17:5
Hasta hoy esa promesa está en pie porque hay judíos en todo el mundo y son prósperos y bendecidos por la obediencia de uno que dejó su patrimonio por otro patrimonio mucho mayor.
Cuando Dios le pidió a su hijo Abraham también estaba dispuesto a obedecer porque tenía fe de que Dios le iba a dar muchos más.
Dios nos quiere bendecir en cosas grandes en este mundo pero tenemos que obedecer.
Cuando alguien se entrega, Dios lo hace padre de muchas naciones.
¿Ha sido usted la imagen de Dios?
¿Ha reflejado Su imagen en su casa, en su trabajo?
¡Dios quiere cambiar su historia para que todos Lo vean a través de usted!
Piense en esto.
Obispo Francisco Couto