Leemos en 1 Corintios 15:45:
«Así también está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente…». 1 Corintios 15:45
Nuestro origen proviene del primer Adán, que era alma viviente. Mientras que el último Adán, que es el Señor Jesús, es el espíritu vivificante. Así como el primer Adán les dio origen a los seres humanos, carnales y pecadores, el último Adán, Jesús, les da origen a los escogidos, a los salvos y a los redimidos de Dios por Su sangre. Como Adán y Eva eran terrenales, les dieron origen a los seres terrenales y a las almas vivientes, pero quien se vuelve igual al Señor Jesús también se vuelve celestial.
Por lo tanto, cuando el Espíritu Santo viene sobre una persona, se vuelve espiritual y les da vida a otras personas. Por eso, es necesario creer en el Señor Jesús, entregarle su vida, su voluntad, su futuro, sus sueños y sus proyectos.
Debido a esto, vaya delante del Trono del Altísimo, a los pies de Jesús, y dígale: «Señor, necesito Tu Espíritu, me cansé de ser una criatura terrenal, me cansé de ser un alma viviente que solo sufre». Solo quien tiene el espíritu vivificante, es decir, quien se volvió celestial, entrará al Reino de Dios. El alma es sentimiento, sufre, gime y padece. El corazón es el que está involucrado con las cosas materiales y con la vida de este mundo. Sin embargo, cuando usted se vuelve espíritu vivificante, pertenece al Cielo.
Por eso, las personas que son del mundo no entienden a las personas que son celestiales. Las que son almas vivientes odian y persiguen a los que son espirituales; les gustaría, por ejemplo, tener la paz que tiene una persona celestial. Pero sepa que, si usted es una de esas personas, también puede ser una criatura celestial generada por el Señor de la gloria y aceptarlo como su Señor. Solo una persona celestial y espiritual entrará al Reino de Dios. En cambio, quien no nace del agua y del Espíritu no podrá entrar. Entregue su alma viviente en el Altar para que el Espíritu Santo lo convierta en espíritu vivificante, es decir, en una persona cuya imagen es celestial, como está descripto en 1 Corintios 15:49:
«Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial». 1 Corintios 15:49