El Señor Jesús, luego de enseñar el secreto para la verdadera felicidad, por medio de las nueve bienaventuranzas, y el deber de ser la sal de la Tierra y la luz del mundo, siguió diciendo:
“No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir”. Mateo 5:17
En otras palabras, Él dejó en claro que no vino para cancelar la ley.
Los Mandamientos de Dios tienen tres poderes:
1- Liberarnos: cuando obedecemos las leyes de Dios, nos volvemos personas libres y realizadas, porque estas nos disciplinan, nos fortalecen y nos educan.
2- Realizarnos: al aprender y practicar lo que el Altísimo enseña, nos volvemos realizados, porque creemos en Dios y en nosotros mismos.
3- Blindarnos: la Palabra del Señor nos protege, principalmente de los espíritus malignos, a quienes no vemos, pero existen y actúan para matar, robar y destruir.
El Señor Jesús vino a hacer lo contrario del mal, vino a rescatarnos del pecado por medio del perdón, a salvarnos, a restaurarnos y a darnos la oportunidad de ser hijos de Dios. Él fue el Ungido de Dios que no canceló ningún Mandamiento, sino que cumplió todas las leyes, todos los preceptos del Señor.
Observá que el verdadero siervo, cristiano y creyente en el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel acepta los Mandamientos y los decretos del Señor porque sabe que, aunque vayan en contra de su naturaleza humana y pecaminosa, son para su bien y su desarrollo espiritual y personal.
Luego, el Señor Jesús siguió diciendo:
“Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla”. Mateo 5:18
Los religiosos cumplían algunas leyes: diezmaban, daban sus ofrendas, oraban, ayunaban, incluso iban al Templo, pero para buscar el reconocimiento de los hombres. Por un lado, cumplían algunos Mandamientos, pero, por otro, guardaban rencor, mentían, adulteraban, trataban mal al prójimo, entre otras cosas.
Muchas personas actualmente son así y eso no agrada a Dios porque Él quiere que cumplamos Sus Mandamientos para obedecerlo, para reconocerlo como nuestro Señor, para servirlo y para desarrollar una fe verdadera, no religiosa.
En Mateo 5:19 dice:
“Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos Mandamientos…”.
No se puede distorsionar ni cambiar la Palabra de Dios. No intentes hacer las cosas a tu manera, independientemente de quién seas.
Incluso, el Señor Jesús continúa explicando: “… aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el Reino de los Cielos; pero cualquiera que los guarda y los enseñe, este será llamado grande en el Reino de los Cielos”.
El que elige desobedecer y motiva a otros a hacer lo mismo estará comprometiendo su alma y el alma de los demás. Sin embargo, el que guarda (practica) y enseña lo que aprende de la Palabra de Dios salvará su alma y podrá ayudar a otros a alcanzar su Salvación.
Muchos quieren ser grandes en esta Tierra, ser reconocidos, famosos, aclamados por los demás, pero no invierten para ser reconocidos por Dios y grandes en el Reino de los Cielos por su entrega y obediencia a lo que está escrito.
Para finalizar, el Señor Jesús concluye diciendo:
“Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”. Mateo 5:20
Nuestra justicia debe superar a la de los que escriben, conocen y predican las Escrituras, a la de los religiosos. Para Dios, ser justos es ser sinceros, verdaderos y sencillos; también es saber reconocer nuestro pecado, confesarlo, abandonarlo y buscar vivir una vida en santidad.
Recordá que la vida empieza aquí, pero no termina aquí. El cuerpo físico volverá al polvo, ¿y tu alma? Analizá en qué invertís tu tiempo y si tomás los Mandamientos del Señor en serio, no solo para ver los resultados en este mundo, sino, principalmente, para alcanzar lo más preciado, tu Salvación eterna.
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