Muchos ya se presentaron a Dios con “la leche de la vaquita”, como por ejemplo:
– Caín con las legumbres y vegetales;
– Los hijos de Israel que, en el desierto, guardaron el maná y se echó a perder (tuvo moho);
– Gedeón con el cabrito;
– Los hijos de Israel con oraciones y agua delante de los filisteos;
– Arauna cuando quiso ofrecerle todo gratis a David para que cese la plaga;
– Los ricos con el resto de oro en el arca del tesoro;
– Ananías y Safira con la mitad de lo que Dios les estaba pidiendo, y muchos otros.
Todos tuvieron la oportunidad de quedar en la dependencia de Dios, pero guardaron “la vaquita” y dieron solo la leche.
Sin embargo, viendo que no habían obtenido un resultado positivo, unos se retractaron a tiempo y dieron “la vaquita”. Otros, no obstante, mantuvieron “la vaquita” guardada y, más allá de perder la leche que dieron (sin resultado), perdieron también “la vaquita” que guardaron.
Pues quien da solo la leche sabe que “la vaquita” que guardó va a producir más leche. Y eso no es confianza. Eso no es depender de Dios.
Dependencia significa obediencia, sumisión, subordinación y sujeción.
El Todopoderoso, el Dueño de TODO no necesita a Isaac, al segundo buey, a la vaquita, al dinero, etc. Lo que Dios realmente quiere es que el ser humano Le transfiera a Él la dependencia que tiene de las cosas y de las personas.
La sangre en el Altar clama, la leche no.
Dios no quiere “la leche de la vaquita”, sino “la vaquita”, a fin de darle al que tiene coraje de depender totalmente de Él una “gran manada”, numerosas naciones.
¡Que el Dios de la Biblia los bendiga!