Los microchips están cada vez más cerca de nosotros. Y su objetivo final es peor de lo que muchos pueden imaginar
El progreso tecnológico está presente en cada lugar donde vamos o en cada click que hacemos en nuestros equipos sonoros, eléctricos, computadoras personales o celulares. Esos “mimos” de última generación son sólo una pequeña muestra de que la ciencia está siempre adelante.
Y ese avance de conocimientos solo tiende a aumentar, al punto de hacer que los registros del ser humano se reduzcan a un microchip de identificación – del tamaño aproximado de un grano de arroz – que, por cierto, posee muchas ventajas sociales y financieras.
Por ejemplo, si un empresario quisiera protegerse, puede implantar un microchip en su mano derecha o en su frente, para impedir secuestros.
O si un estanciero desea rastrear a su ganado, para garantizar la seguridad de la información de su animal, eso también es posible. Así que el chip es un tipo de identidad electrónica.
Los chips también son estudiados para que las personas con deficiencia motora puedan utilizarlos en la parte más externa de la corteza cerebral con el objetivo de que, al ser activado, les dé la posibilidad de dirigir sus movimientos.
Además, con el microchip no serán necesarias tarjetas de crédito o de débito, Documento de Identidad, Registro de personas o cualquier otro dato personal, pues todo estará almacenado en el mecanismo, inclusive su historia clínica.
Lo peor es que nada de eso es una historia de ciencia ficción, ya que en realidad está cada vez más cerca de nosotros. En Brasil, inclusive, ya se fabrican esos dispositivos, que pueden ser implantados en animales, autos y bolsas de derivados sanguíneos.
No hay dudas de que el uso de esos dispositivos traerá ventajas, como comodidad y seguridad, pero, ¿cuál es, de hecho, su principal objetivo?
“…Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero…” (Apocalipsis 14:9-10)
Como usted puede ver, el uso obligatorio de los chips es sólo una cuestión de tiempo. Tiempo para que los gobiernos de los países se unan y formen la Nueva Orden Mundial.
Sin embargo, primero Jesús arrebatará a Su Iglesia, dejando a cargo de los que se queden el desespero de intentar esconderse del Anticristo, que perseguirá a quienes no acepten la imposición del microchip – a esa altura, la marca de la bestia, con el número 666.
“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.” (Apocalipsis 13:16-18)
¿Y usted? ¿Va a querer esperar un poco más para sufrir después del arrebatamiento?