“Abraham era viejo, entrado en años; y el SEÑOR había bendecido a Abraham en todo.” Génesis 24:1
Como padre de la fe y ejemplo a seguir, la vida de Abraham no podía tener ninguna falta o deficiencia, pues ¿cómo podría él ser el modelo de esa fe en el Dios Único, si fuese fracasado en alguna área de su vida personal?
Dios insistió en mostrar que había bendecido a Abraham en todo, o sea, él era RICO DE LA FE, para que así todos nosotros no aceptemos que alguna parte de nuestra vida sea deficiente, pues, si tenemos la misma riqueza de la fe, tenemos que mostrar eso con una vida de calidad.
Como hijos de Abraham por la fe, tenemos derecho a las mismas bendiciones y promesas hechas a Abraham. Dios quiere bendecirnos en todo, pero para que eso sea un hecho en nuestra vida, debemos entender que el ejemplo a seguir es el de Abraham, que vivió de fe en fe, de Altar en Altar.
Durante toda su jornada, Abraham aprendió el camino de cómo agradar a Dios, ¡y ese camino es el del SACRIFICIO! Sin sacrificio nadie puede agradar a Dios, pues como está escrito: “La fe sin obras es muerta.”
Y fue a través de esa vida de obediencia incondicional y sacrificial que Abraham llegó a ser el PADRE DE LA FE, el AMIGO DE DIOS, el MODELO AL QUE DIOS MANDÓ QUE MIRÁSEMOS Y SIGUIÉSEMOS. Y, al final de todo, todos iremos al SENO DE ABRAHAM, pues la grandeza de la fe abrahámica termina con la SALVACIÓN DEL ALMA. Y solo con esa fe viva en obediencia incondicional a la Palabra de Dios es que podemos obtener, alcanzar todo lo que queremos, incluso lo más importante de todo: ¡NUESTRA SALVACIÓN ETERNA!
“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que Le aman?” Santiago 2:5
¡Que el Dios de Abraham abra sus oídos para oír y entender lo que Él desea de usted!