Es necesario terminar con la victimización antes de que esta termine con vos. Descubrí cómo ver las situaciones de la vida desde otro punto de vista
Llamalo como quieras: síndrome del impostor, en el que el individuo duda de sus habilidades y logros; autosabotaje, cuando la persona se sabotea a sí misma para confirmar su creencia interna de incompetencia; procrastinación, cuando pospone decisiones y acciones por miedo al fracaso; síndrome de victimización o de “pobrecito de mí”, en el que el individuo se pone constantemente en el papel de víctima; o complejo de inferioridad, cuando la persona se siente constantemente inferior a los demás. para ellas, las etiquetas y las justificaciones son muchas y variadas, pero la cuestión es que muchas personas, por temor a ser juzgadas por los demás debido a una característica personal, terminan juzgándose a sí mismas.
¡Peor que el prejuicio ajeno es el autoprejuicio!
La forma en que alguien se ve a sí mismo afecta —y generalmente de manera negativa— sus experiencias. Así como ocurre con el prejuicio que proviene de otros, el verdadero problema del autoprejuicio no es el color de piel, la etnia, la condición socioeconómica, el nivel educativo, la discapacidad ni el género de quien es discriminado, sino el interior del prejuicioso. Es ese interior contaminado el que exacerba el prejuicio en sus acciones, reacciones, pensamientos y palabras.
Hay quienes se sienten inferiores por la manera en que fueron tratados alguna vez o por algo que difícilmente podrán cambiar, y cometen el error de usar eso como excusa para estancarse o retroceder.
Normalmente, el prejuicio que la propia persona tiene contra sí misma es mucho mayor que el prejuicio que expresan los demás, y, a veces, ni siquiera hay prejuicio por parte del otro. A veces, el otro mira y ni se ha percatado, ya sea de un defecto físico o de alguna otra situación que podría generar un prejuicio. Pero la propia persona, que conoce su limitación o su forma diferente de ser, ya asume que el otro la está rechazando por tener esa característica.
Es una cuestión de identidad
No podés negar los datos que aparecen en tu documento. Aunque con cierta burocracia puedas cambiar tu nombre y apellido, el resto es inalterable. De la misma manera, hay situaciones que podés revertir, pero hay circunstancias que no podés cambiar. Entonces, ¿qué hacer?
En la Biblia encontramos distintos ejemplos de hombres y mujeres que tenían todos los motivos para esconderse detrás de “máscaras”, pero eligieron verse como Dios los veía. Uno de ellos fue Nehemías. Era eunuco y siervo del rey de Persia. Humanamente hablando, no tenía condiciones físicas, económicas ni sociales para nada, pero, aun así, fue quien se dispuso a liderar la reconstrucción de los muros de Jerusalén.
Entendé: Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34) y no Le importan tus limitaciones ni tu pasado. Todo lo que Él necesita es tu disposición para decirle simplemente: “Heme aquí, Señor”.
Desde la óptica correcta
Más importante que tener una autoimagen es tener la imagen de lo Alto, la que Dios te dio. Cuando descubrís que fuiste creado a imagen y semejanza de Dios, que Él te formó y que no hace nada mal, empezás a entender tu valor.
Comúnmente decimos que la Biblia es un manual, pero también es un espejo. Cuanto más la leemos, la releemos y meditamos en sus páginas, más vemos cómo Dios nos ve. En las cartas que acompañan esta nota vas a poder leer autoprejuicios comunes y respuestas de Dios para estos. Si te ves como alguien inferior, leé la Biblia. Solo así será posible dejar de lado todo autoprejuicio para declarar:
“Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien”. (Salmos 139:14)
A imagen y semejanza
Todos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26), pero para ser capaces de vencer todo tipo de prejuicio, autoprejuicio y cualquier otra limitación, es necesario dejar de ser simplemente un alma viviente y convertirse en espíritu vivificante (1 Corintios 15:45-49), lo que es posible cuando uno:
- reconoce su realidad (meditá en Salmos 19:12-14);
- se libera del autoprejuicio (meditá en Gálatas 3:26-29);
- entrega su vida a Jesús y practica Su Palabra (meditá en Santiago 1:21-25);
- sepulta la vieja criatura en el bautismo en agua (meditá en Romanos 6:4-18); y
- recibe el bautismo con el Espíritu Santo (meditá en Hechos 1:8).
Cuando llevamos la imagen de Dios, no importa cuáles sean los estándares impuestos por el mundo, lo que importa es estar conectado con el Creador.
Aun con limitaciones físicas o discapacidades, Dios Se complace en usar a quien el mundo rechaza para confundir a los que se creen fuertes. Si alguna vez escuchaste críticas sobre tu cuerpo, tu cabello, tu acento, tu origen o tu condición social, tenés que saber que eso no define quién sos. Guardá en tu corazón lo que está escrito en Salmos 139:14. Mirate a vos mismo con los ojos de Dios.
Eso no significa negar tu realidad terrenal, que es pasajera, sino no quedar atado a ella, incluso cuando algunos de los obstáculos que enfrentás tengan esa condición como raíz. ¿Por qué?
“Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. (2 Corintios 4:17-18)
“Convivo con una discapacidad y ya cuestioné a Dios muchas veces sobre por qué no me hizo como a los demás. Me veo obligado a lidiar con limitaciones que no deberían existir”.
“… Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte…” (1 Corintios 1:27)
“Por el deseo de ser amada, sufrí abuso y fui abandonada por la persona a la que le entregué mi corazón. Ahora siento que no tengo valor, que no merezco ser amada y que hasta Dios me abandonó.”
“Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá”. (Salmos 27:10)
“No pude terminar mis estudios y, aunque tengo ideas, me siento incapaz de desarrollarlas porque creo que necesito un título para ser más inteligente”.
“Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente…” (Santiago 1:5)
“Dicen que la edad es solo un número, pero siento que es demasiado tarde para algunas cosas y muy temprano para otras. La frase que más digo es: ‘No tengo edad para esto’, en cualquier situación”.
“La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la honra de los ancianos, sus canas”. (Proverbios 20:29)
“Cargar con mi origen ya me causa vergüenza y, para colmo, mi situación económica es desfavorable. Es como si estuviera destinado a quedarme atrapado en esta situación para siempre”.
“… ¿Puede algo bueno salir de Nazaret? […] Ven, y ve…” (Juan 1:46) porque “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. (Salmos 23:1)
“Mi acento es lo primero que notan de mí y todavía no sé hablar como los demás. Siento que debo callarme para encajar en los moldes que el mundo me impone”.
“¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar”. (Éxodo 4:11-12)