Todos los 31 de mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra el Día Mundial Sin Tabaco, en el que busca concientizar a la población sobre los riesgos que corre una persona al fumar y también al convivir con una persona que fuma.
Según datos de la OMS, cada año mueren casi seis millones de personas por culpa del cigarrillo. De esa cantidad, el 10% son los llamados “fumadores pasivos”, las personas que no fuman, pero inhalan los gases tóxicos del tabaco que consumen quienes viven o trabajan con ellos. Unos 700 millones de niños, o sea, casi la mitad de los niños del mundo, respiran aire contaminado por humo de tabaco. Más de un 40% de los niños tiene al menos un progenitor fumador.
¿Por qué se fuma?
La mayoría de las personas comienza a fumar durante la adolescencia. Quienes tienen amigos y/o padres que fumen tienen más probabilidades de comenzar a fumar que aquellos que se criaron en un entorno libre de humo. Algunos adolescentes afirman que “solo querían probar” o que fumar les parecía “copado”. En otros casos, el animarse a fumar los ayuda a integrarse a un grupo y a sentirse parte de algo, cosa que todo adolescente necesita en una etapa de la vida en la que comienza a definir su identidad.
Ya de adulto, el fumador encuentra en el cigarrillo un momento de placer, que le ayuda a reducir la tensión. Otros lo hacen para mejorar el ánimo y superar la rutina o simplemente como un hábito, por ejemplo al terminar de comer o al despertarse.
La medicina muestra cuáles son los beneficios de dejar de fumar. Apenas 20 minutos después de apagar el cigarrillo se normalizan la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la temperatura de las extremidades. Ya 48 horas después se normalizan el sentido del gusto y del olfato.
Un mes después, aumenta la resistencia física y cuando pasan seis meses se reducen el catarro y las molestias de garganta. Con el paso de los años se reducen los riesgos de padecer infartos, trombosis, cáncer y ataques cardíacos.
Desesperado por fumar
Agobiado por los problemas, Ramón Santillán llegó a fumar cuatro atados por día, algo así como 80 cigarrillos, uno cada quince minutos. “Estaba todo mal en mi matrimonio, discutíamos mucho y queríamos separarnos. No teníamos ni para comer, nos ayudaba mi madre o algunos amigos, era una situación muy humillante”, cuenta este hombre, que quería matar a toda su familia. “Andaba armado, un día de mucha desesperación estuve a punto de tomar el arma, matarlos a todos y después suicidarme”, confiesa, y revela que el cigarrillo solo le daba placer de forma momentánea.
Este vicio estaba haciendo estragos con su salud. “Tenía la cara y las manos manchadas de tanta nicotina, a la mañana tenía mucho catarro y tosía, parecía que se me iba a partir el pecho y me costaba respirar. Para colmo tenía asma y sinusitis pero aún así no dejaba de fumar”, recuerda.
Desde el punto de vista químico, la nicotina demora tan solo 7 segundos en llegar al cerebro, donde provoca la liberación de dopamina, un neurotransmisor que brinda una sensación de placer y bienestar. Además, la nicotina posee un poder adictivo hasta cinco veces superior al de la cocaína o la heroína. Por eso, cuando un fumador decide hacer un serio intento por abandonar el tabaco e interrumpe la introducción sistemática de nicotina en su organismo, es muy frecuente que se manifieste el síndrome de abstinencia por la nicotina.
Ramón era uno de los fumadores que sufría con ese síndrome: “Intentaba dejar de fumar, sabía que tenía que hacerlo, pero me desesperaba. Mi esposa y mis hijos me escondían los cigarrillos y eso me ponía loco, nos peleábamos porque no querían darme los cigarrillos, hasta que terminaban desistiendo y me dejaban fumar nuevamente. Recuerdo que me tranquilizaba recién cuando me devolvían los atados”.
Dejar de fumar es posible
Sin usar tratamientos, métodos mágicos o incluso sustitutos como el cigarrillo electrónico, se puede dejar el cigarrillo de un día para el otro. Ramón cuenta cómo hizo para dejar el cigarrillo hace ocho años y no volver a fumar nunca más: “Conocí la Universal porque mi esposa me invitó. La acompañé y participé de una reunión. Ese primer día salí diferente y comencé a hacer las cadenas de oración. Le dije a Dios que no quería fumar más y así fue, después de ese pedido nunca más volví a encender un cigarrillo. No sufrí síndrome de abstinencia ni ninguna otra complicación, hoy estoy libre de ese vicio que me estaba destruyendo la vida”, finaliza.
Si usted quiere dejar de fumar porque, como Ramón Santillán, sabe que está destruyendo su salud y la de quienes lo rodean, acérquese a la Universal y participe de una reunión en la que encontrará la forma de liberarse de sus adicciones.
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