Todos los días atravesamos problemas, sea en el trabajo, en casa, con amigos, familiares o incluso en la fila del supermercado. No importa dónde, pero ellos están presentes y generalmente vienen acompañados de palabras que intentan de alguna forma debilitar la fe y la fuerza que existe en cada uno de nosotros.
Debemos estar siempre atentos y también prepararnos para esas situaciones. Por eso, todos los días, el obispo Edir Macedo realiza la trasmisión de una palabra amiga – por medio de IURD TV y la emisora radial Red Aleluya – que ayuda al fortalecimiento espiritual.
Lea los extractos del mensaje del miércoles 3.
“¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. ¡¡Necios y ciegos!! Porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?”. Mateo 23:17-19
“El Señor Jesús hace una afirmación fuerte. No hay manera de que el santuario purifique el oro, pues el santuario está hecho de madera y piedras. El santuario es el representante de Dios, y como tal tiene el poder para santificar la ofrenda que allí fuera depositada. El altar y el santuario tienen la misma representatividad, el mismo poder de santificar. Y quien santifica es mayor que el que es santificado.
Lamentablemente, en los días actuales, al igual que en el pasado, existen muchos hipócritas que miran a la ofrenda y al pastor con malos ojos. Jesús muestra la santidad en la ofrenda, pues las ofrendas y los sacrificios que se depositan en el altar representan a quien las deposita.
Los héroes de la fe levantaron un altar y allí hacían sus ofrendas, pues el altar representa a Dios, y la ofrenda que ofrecían representaba sus vidas, sus almas en el altar. La ofrenda, una vez depositada en el altar, da la garantía de Salvación eterna. El abrigo del Altísimo es el altar de Dios”, dijo el obispo.
“El que habita al abrigo del Altísimo. Morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo el Señor: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.” Salmos 91:1-2