Las Sagradas Escrituras cuentan la historia de Abraham, un hombre próspero y respetado. Quien lo miraba, tenía la impresión de que no le faltaba nada. Hasta su hijo, Isaac, que él tanto había pedido a Dios, ya estaba a su lado.
Y entonces Dios lo probó más allá de sus límites y le pidió al muchacho en sacrificio en la cumbre del Monte Moriah. Sí, muchos no entienden el motivo de ese pedido. ¿Cómo podría Dios pedir algo así?
Pero lo que el Señor quería no era un sacrificio humano. Dios quería que Abraham entendiera que, aun habiendo conquistado más de lo que imaginó, todavía tenía que mantener su fe todos los días. Abraham era un hombre que vivía de su fe. Y la fe requiere coraje, desapego y entrega. ¿Ya se detuvo a pensar que Dios pidió a Isaac justamente porque él era una persona a la cual su padre podría apegarse?
Dicho y hecho, Dios no dejó que el niño muriera. Él no quería a Isaac. Quería una actitud de Abraham. ¿Cuál será la que Dios quiere de usted?
En su blog, el obispo Macedo explica sobre el tema: “‘¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?’, (Santiago 2:21).
Es decir: la fe de Abraham fue acompañada del sacrificio de Isaac, su hijo.
Por lo tanto, la fe bíblica se refiere a la fe sacrificial que la propia fe exige. La fe sin obras, es decir, sin sacrificios, está muerta, de la misma forma que el cuerpo sin espíritu está muerto. Y prueba de eso es el hecho de que la mayoría de los creyentes en Jesús viva en los límites de la penuria económica, familiar y, lo peor, espiritual.
La esencia de la fe exige el sacrificio, a ejemplo del Propio Dios cuando ofreció a Su Hijo Jesús en sacrificio.
El sacrificio no se trata de la cantidad, sino de la calidad. El sacrificio perfecto involucra el alma de cada uno. Todos tienen condiciones de subir al Altar y sacrificar. Aunque la persona tenga disponible un centavo, si es su todo, para Dios representa su alma. Eso es el perfecto sacrificio que el Altar exige.
Si no hay un perfecto sacrificio, el Altar no lo recibe y, por eso, no responde”.
Es hora de descubrir cuál es su Isaac. Descubrir qué es lo que está captando su atención e impidiendo que usted se entregue en el Altar. Si todavía no se dio cuenta, Dios le está dando la misma oportunidad que le dio a Abraham: llevar su Isaac y sacrificarlo en el Altar de la Hoguera Santa. Todas las Universal están listas para recibirlo. ¿Usted perderá esta oportunidad? ¿Su vida está en condiciones de esperar?
Fuente: Folha Universal
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