La paciencia no es una emoción, sino una actitud. El que la ejerce es una persona fuerte debido a que logra soportar contratiempos y dificultades en pos de un objetivo. No se lamenta porque sabe que en la espera está el aprendizaje.
Como dijimos, la paciencia es algo racional y, por lo tanto, debe estar acompañada de actitudes de fe. Es decir, el ejercicio de esta conducta debe ser un acto consciente, convencido de que, si se hace lo correcto, a su debido tiempo habrá una recompensa. Sin embargo, hay quienes creen que son pacientes cuando, en realidad, actúan de manera necia; es la persona que espera resultados sin hacer nada.
Por ejemplo, en el matrimonio, la paciencia debe ser muy ejercitada. Son dos personas con distintas historias de vida y maneras de ser, que deben trabajar para convivir juntas y hacer que la unión prevalezca. Si lo hacen de forma correcta, la recompensa será un matrimonio feliz. De más está decir que bajo ningún punto de vista esto implica soportar hechos de violencia.
Aproveche el aislamiento para desarrollar esta virtud.
“… sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Santiago 1:3