Persecución es una de las características de la Iglesia Cristiana. El propio Señor Jesús comenzó Su vida en este mundo bajo una tremenda persecución. Después de la aparición de la estrella y el anuncio de los tres reyes magos, tuvo inicio la persecución, pues Herodes, temiendo que el Mesías prometido fuese un rey secular; que tomaría el dominio de Roma, ordenó a sus soldados que encontraran al niño anunciado por los profetas de Israel y lo matasen:
“Herodes entonces, cuando se vio burlado por los sabios, se enojó mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo indicado por los sabios.” Mateo 2:16
Por eso José y María tuvieron que huir a Egipto, donde permanecieron con el niño Jesús durante un cierto tiempo: “Después que partieron ellos, un ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Permanece allá hasta que yo te diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.
Entonces él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.” Mateo 2:13-15
La historia bíblica relata que Jesús se quedó oculto durante más o menos 18 años; ahora bien, existen muchas historias sobre ese período, algunas aún bastante conocidas, como por ejemplo la que se dice sobre la posibilidad de que Él haya vivido entre los esenios, que constituía una de las sectas religiosas judaicas.
Sus miembros vivían en un grupo cerrado, apartados de la civilización conocida de la época, supuestamente libre de cualquier contaminación, cultivando la pureza. Otra de esas historias afirman que Él habría ido a Asia, a hacer cursos, y al Oriente, y que habría convivido con los monjes tibetanos, budistas y otros.
Ninguna de esas suposiciones, sin embargo, es verdadera, pues lo que aconteció fue que Jesús vivió como si fuese una persona común, aprendiendo el oficio de carpintero con su padre, José, como era la costumbre de la época: los hijos daban continuidad a la profesión ejercida por el padre.
Él convivió con Su madre María, y con Sus hermanos: “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de Él.” Marcos 6:3
La persecución vino sobre el propio Señor Jesús inmediatamente después del inicio de Su ministerio, o sea, después que Él recibió el bautismo y comenzó a predicar, fue rechazado en la sinagoga de Jerusalén, después de Su primer sermón proferido en aquel templo:
“Vino a Nazaret, donde se había criado; y el día de reposo entró a la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Se le dio el libro del profeta Isaías y, habiendo abierto el libro, halló el lugar donde está escrito: El Espíritu del Señor esta sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro y se sentó. Los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. Todos daban buen testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca. Decían: ¿No es éste el hijo de José? El les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico cúrate a ti mismo. De tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.
Y añadió: De cierto os digo que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
“Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira. Levantándose, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo; pero él pasó por en medio de ellos y se fue.” Lucas 4:16:30
Después de ese día, los fariseos, los saduceos, los zelotes, los publicanos y tantos otros grupos religiosos judaicos comenzaron a perseguirlo con la intención de matarlo. Es claro que esos grupos tenían el consentimiento de los romanos, porque éstos eran, en la época, los dominadores y continuaban con aquel miedo de la profecía en cuanto al nacimiento del Mesías, pues lo consideraban una amenaza.