¿Cuál es el objetivo de someter a alguien a una prueba? ¿Qué se espera con eso? En el caso humano, es para que se sepa si el candidato tiene o no la condición de ascender, sea en el trabajo, sea para conseguir un trabajo, sea para pasar al siguiente grado en la escuela, sea para ser aceptado en una universidad, etc.
Todos los que desean algo mejor deben estar dispuestos a someterse a una o varias pruebas para así mostrar su valor, su capacidad. En las pruebas somos evaluados y nos autoevaluamos.
¿Y cuando esa prueba es hecha por el Propio Dios? ¿Cuál es el objetivo? Pues, si Dios es conocedor de todo, supuestamente no sería necesario que fuéramos evaluados o probados por Él, ya que, de antemano, Él ya sabe cuál será el resultado. Sin embargo, Dios nos lleva a las pruebas, que es el Altar, para que podamos ver el valor de nuestra fe, para que nos conozcamos, y así entendamos si podemos o no alcanzar algo mayor.
Muchos se quejan de los resultados de su vida cristiana, sin embargo no reflexionan que todas las veces que son llamados al Altar, que es la prueba, han negado la fe, han sido negligentes, faltos, incorrectos y, como consecuencia de esa reprobación en el Altar, han tenido una vida de fracasos.
Cuando Abraham fue puesto a prueba, simplemente dijo: “¡Heme aquí!” Él no huyó, no negó, no cuestionó, no habló con nadie, porque en el momento en que somos probados no podemos recurrir a nadie, pues la prueba es individual. No podemos copiarnos, tenemos que mostrarnos a nosotros mismos si somos o no capaces de poner a Dios por encima de todo y de todas las cosas.
Fue esto lo que Dios quería mostrar a través de Abraham: que quien Lo tiene como su grandísimo galardón no tendrá problema en poner en el Altar lo que le sea pedido. Y cuando lo hacemos, tenemos el placer, el privilegio de oír la misma Voz que Abraham oyó:
Por Mí mismo he jurado, dice el Señor, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar… Génesis 22:16-17
¡Este juramento de bendecir grandiosamente es solamente para los que son aprobados!
Y usted, ¿va a pasar la prueba? ¡¡¡Solo el Altar va a decirlo!!!
Colaboró: Obispo Franklin Sanches