Todos atraviesan sus propias guerras personales, enfrentan luchas e incluso intentan ayudar a quienes están a su lado. Al mismo tiempo, todos quieren el respeto de los demás y pocos buscan entender a su prójimo. El ser humano quiere ser comprendido, pero es muy riguroso cuando otros le piden empatía. Vivimos en un mundo donde las personas constantemente se agreden, se atacan y se juzgan. Hay quienes juzgan el exterior sin saber lo que le pasa al otro en su interior y desconsidera que lo que esa persona pasa por dentro es lo que se refleja del lado de afuera.
Si usted quiere ser una mejor persona, antes de exigir empatía, practíquela. Entienda que todos tienen luchas, por ende, no tenga grandes expectativas de que esas personas sepan lo que usted está pasando, sintiendo o enfrentando. Caso contrario, siempre se frustrará.
El Evangelio dice: “Trata a tu prójimo como te gustaría que te traten”. Si le gustaría que las personas hicieran algo por usted, primero hágalo por ellas. Recuerde que Jesús dijo que debemos dar sin que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha.
De esta manera, sembramos comprensión, empatía y amor práctico. Esto, a su tiempo, volverá a nosotros. La Palabra de Dios no retrocede y también dice: “Dad, y se os dará…”, Lucas 6:38. Recibiremos conforme a la medida que demos, sea de esa persona a la que le dimos o no. Algunas solo quieren recibir, pero no quieren dar, porque aún no despertaron y no saben que la alegría de la vida es dar, no recibir.
Tal vez la persona ni le agradezca, por eso, no se quede esperando que ella le dé algo a cambio. Dios nos cuida y llegará el momento en que seremos recompensados por Él. Haga lo correcto, independientemente de si el otro está actuando mal o no. De esta forma, usted no se frustrará con las personas y tendrá paz. Aplique esta regla de oro en su vida: si usted puede hacer algo para ayudar, hágalo.
Seguramente, usted cosechará los frutos.