La reina de Saba, desciende de su magnífico barco con el esplendor que solo la realeza posee. Desfila entre sus súbditos y la tonelada de regalos que llevó hasta Israel, y, al ver al hombre que busca frente a ella, se arrodilla.
Salió hace más de 6 meses de su casa y desde entonces ha viajado en búsqueda del famoso rey Salomón. Aunque el viaje fuera de solo 2 mil kilómetros, súbditos, animales, regalos y otras cosas necesarias, hicieron el camino mucho más largo.
La reina se había enterado que Salomón era uno de los hombres más sabios de la Tierra. Un hombre capaz de develar cualquier enigma y un líder que sigue a un solo Dios.
Por su lado, ella es la reina de las tierras más envidiadas del mundo. Sus fértiles tierras hacen que la agricultura y la ganadería sean poderosas. Saba es capaz de producir para su propio consumo y para exportar, gracias al desarrollo de una tecnología superior respecto a los demás países. Las piedras preciosas tampoco faltan allá, además de todo lo que llega como presente e impuesto.
La riqueza y el poder de Saba aumentan por su ubicación. La región en la que se encuentra obliga a los comerciantes a pasar por ahí para alcanzar nuevos mercados o mantener los ya descubiertos. Saba es el centro comercial del mundo.
Por todo eso es de imaginar que su reina, la joven de 21 años, quien subió al trono con tan solo 15 e hizo un voto de castidad para convertirse en la mujer más poderosa de la época, quiera conocer al hombre que su proveedor de confianza llamó como “el más sabio entre los hombres”.
Esperando hacer justicia al conocimiento de Salomón, se dirigió a Jerusalén con 120 talentos de oro, además de diversas especies y piedras preciosas. El mayor obsequio que Israel había recibido hasta entonces.
En el camino hacia el palacio, marcado por dos hileras de oficiales israelitas, ella encuentra al hombre que, en su magnificencia, parece ser uno de los reyes más importantes del mundo. La reina se curva y oye la pregunta:
“Señora, por qué se curva delante de mí?”
“Por respeto, gran rey Salomón.”
El muchacho, humildemente, le pide que se levante y le explica:
“Solo soy un oficial enviado para recibirla. El rey se encuentra en su trono.”
“Si un simple oficial es tan noble, el rey con seguridad proviene de la divinidad.”
Ella no se alteró por el malentendido en la playa de Jerusalén. Al contrario, le agradó la nobleza y la riqueza de Israel y de su pueblo.
Después de conocer a Salomón, le encantó la sabiduría del rey. Lo probó con diversos enigmas por el camino y, aun en los más profundos, obtuvo respuestas sabias. Después quedó comprobado que él era el hombre más sabio de la tierra.
Entonces, se dejó guiar por el rey y se convirtió al judaísmo. En esa época, el reino de Saba comprendía a los actuales países de Etiopia y Yemen.
La historia de la reina muestra la fuerza que una mujer posee cuando está determinada. A pesar de ser joven, ella no titubeó en ningún momento. Asumió sus responsabilidades y cuidó a su familia y a su reino. La reina de Saba es la prueba de que la persona que tiene fe en sus ideales y en Dios puede luchar ante cualquier adversidad, atravesando obstáculos y absorbiendo aquello que le puede hacer bien.
Y, aunque era admirada en todo el mundo, estaba abierta para aceptar nuevas verdades. Y usted ¿qué ha aprendido en los últimos días?