Aunque la fe dé acceso a curas maravillosas y extraordinarias, al punto de confundir a la ciencia médica, la fe tiene una finalidad aún mayor;
Aunque la fe dé acceso a riquezas materiales, al punto de hacer que un mendigo sea más rico que su rey, esa no es la meta de la fe;
Aunque la fe dé acceso a la realización de los sueños más imposibles de este mundo, no puede ser considerada tan grande como su objetivo aún mayor, por el cual fue creada…
Como Autor y Consumador de la Fe, el Señor Jesucristo no la creó como herramienta de conquista de la gloria corruptible de este mundo. Al contrario, el más extraordinario objetivo de la Fe es para la conquista del mayor y más difícil de los milagros: podríamos llamarlo el Milagro de los milagros: la salvación del alma.
No fue nada fácil para el Señor Jesucristo -el Hijo del Todopoderoso, Creador de los Cielos y de la Tierra-, someterse a todo el escarnio, la humillación, la vergüenza y el dolor para posibilitar la salvación del alma de los que en Él creen de verdad.
Pero, así como Él descendió del Trono de la Gloria y Se sometió a la vergüenza en la Cruz, también los que anhelan la salvación del alma tienen que coparticipar del sacrificio de su propia vida en este mundo para efectivizar su salvación.
El texto siguiente muestra la grandeza de la Fe como el Poder de Dios en nosotros para nuestra salvación. Debido a eso, en cada uno esta es probada como el oro en el fuego, para que, al ser aprobada, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.
“Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a Quien amáis sin haberle visto, en Quien creyendo, aunque ahora no Lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.” 1 Pedro 1:5-9