Cuando una persona tiene al Espíritu Santo, tiene consciencia de la justicia y tiene el discernimiento para hacer lo correcto. Tiene el corazón, los sentimientos y las voluntades unidos a la voluntad de Dios. Por eso, el Señor Jesús llama al Espíritu Santo como «Espíritu de la Verdad».
Es decir, quien Lo tiene elimina la falsedad, la hipocresía, la apariencia de cristiano, de perfecto y de religioso. Sin embargo, hay personas que viven en el pecado y creen que lo incorrecto que hacen es correcto, y siguen diciendo: «Si todo el mundo lo hace, ¿por qué no lo puedo hacer?». Esas personas no se libran del error en el que viven. Quieren conciliar una cosa con la otra, pero no es posible conciliar lo sagrado con lo profano. Haga una evaluación de sí mismo, porque a veces usted está buscando algo a lo que aún no tiene derecho, simplemente porque aún están viviendo en pecado. Por ejemplo, ¿cómo quiere recibir al Espíritu de la Verdad, si aún vive en la mentira? Usted tiene que ir hasta Jesús y decirle: «Señor, Tú moriste por mí, entonces lava mis pecados, quita mi mala conciencia y perdóname».
Usted rompe el silencio delante del Señor Jesús y, al ver su sinceridad y transparencia, Él le da el Espíritu Santo. Entonces, sea consciente, transparente y abierto para no dejar absolutamente nada escondido u oculto dentro de su corazón. Si hay algún rencor o resentimiento contra alguien, es necesario que perdone, aunque no esté con la persona que lo lastimó. En ese caso, puede orar por esa persona y decir: «Oh, Dios, quiero el bien de esa persona, perdónala». Hable con sus labios y confiese el perdón, que es una actitud, una decisión y no un sentimiento. No espere sentir ganas de perdonar. Si al corazón le gusta o no hacerlo, es problema de él, porque cuando usted perdona, Dios quita su corazón feo y le da uno bonito.