Ser obrero es servir a Dios sin requerir algo a cambio. Es tener como ganancia el rostro sin lágrimas del afligido y la sonrisa de aquel que acaba de rescatar la esperanza. Es tener amor por vidas desconocidas que se cruzan en su camino, sin pedir ninguna recompensa. Estas son solo algunas peculiaridades que hacen del obrero de la Universal más que el “brazo derecho del pastor”, principalmente, un voluntario a disposición de Dios.
Identificados por un uniforme azul, siguiendo el modelo en Brasil y también en algunos países donde la Universal está presente, los obreros son los primeros en recibir a las personas que llegan a la Iglesia y, fuera de ella, el trabajo va más allá. Ellos realizan visitas a hospitales, cárceles, comunidades, orfanatos, asilos, etc. No se trata de un “empleado” al servicio de la Iglesia, sino de alguien que fue escogido y ungido por el propio Dios para tal función. Para los obreros, ser digno de esta confianza es un privilegio inigualable.
El 23 de agosto, la misión fue dada para alrededor de 12 mil nuevos obreros en todo Brasil. Solo en el Templo de Salomón, en San Pablo, más de 2700 fueron consagrados. El estudiante de arquitectura Cauê Frota (foto de abajo), de 24 años, fue uno de los escogidos. “Personalmente aprendí que la misión principal del obrero es ayudar a las personas que no ven una salida para sus problemas”, explicó el nuevo obrero.
Para que estén preparados espiritualmente, todos los candidatos participaron durante tres meses de clases en el Curso Preparatorio para Obreros (CPO), ministrado por el obispo Sergio Braga, donde pudieron aprender más sobre cómo hacer la Obra de Dios.
La consagración fue realizada por el obispo Domingos Siqueira, responsable por los obreros en Brasil, y marcó la vida de todos los presentes. Para ser testigo de este momento tan especial, Cauê llevó al Templo a sus amigos y familiares. “Algunos de ellos fueron por primera vez y se sorprendieron por la grandiosidad del lugar y también por la ceremonia”.
La candidata a obrera, Eduarda Brito, residente de Ivaiporã, municipio de Paraná, también fue consagrada y definió esta experiencia como única. “Durante los meses del CPO, tuve la oportunidad de aprender mucho. Dios no desistió de mí. Hoy le entrego mi vida en Sus manos para que yo pueda ser un instrumento para ayudar cada vez a más personas.”
La consagración fue el primer paso de una etapa que comienza llena de desafíos, pero, sobre todo, con la dirección de Dios.
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” (2 Timoteo 2:15)
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