Despertarse con mal aliento y ojeras, tomar el ómnibus repleto, llegar tarde al trabajo, pasar horas en medio del tránsito y tener dolor de estómago son situaciones comunes en lo cotidiano de las personas. Paralelamente, en las redes sociales, hay una transformación: en lugar de problemas surgen episodios que parecen haber salido de un cuento de hadas.
En el Facebook y en el Twitter, por ejemplo, mujeres de todas las edades se transforman en divas de cine, siempre con maquillaje y ropa impecable. Matrimonios muy enamorados exhiben fotos de viajes a playas paradisíacas e intercambian juramentos de amor. Solteros y solteras prueban que la vida es una fiesta en imágenes regadas de carcajadas, alcohol y gente bonita. Además los amigos se encargan de anunciar dónde están, cada 5 minutos – y lo que más impresiona es que ellos siempre están en los restaurantes más caros, en los lugares bailables más concurridos y en los shopping center más modernos. Todo eso sin contar a los usuarios que exageran al hablar sobre sí mismos y escriben verdaderos diarios virtuales, con derecho a detalles sobre su visita al gimnasio, al cine con los hijos y a las clases de idioma. ¿La vida de esas personas será tan perfecta dicen? ¿Por qué tanta gente se encarga de enmascarar la realidad?
Teatro de la vida real
Para la psiquiatra Marília Brandão, de la Asociación de Psiquiatría de Mina Gerais, internet y las redes sociales favorecen el anonimato y el distanciamiento físico, lo que estimula a las personas a proyectar fantasías y sueños no realizados. “‘Me muestro como me gustaría ser’, es lo que piensa el internauta cuando exagera en sus cualidades y habilidades”, explica Brandão.
La especialista reconoce que las redes son importantes en la comunicación y en las relaciones sociales. El problema es cuando las debilidades obtienen más espacio que la razón. En este caso, el mundo virtual se convierte una fuga ante la dificultad de enfrentar el mundo real. Las personas muy tímidas o solitarias, frágiles e insatisfechas con la vida corren más riesgos de usar las redes sociales de una forma problemática. “El efecto desinhibidor de internet hace que las personas se presenten con las más variadas vestimentas, usen sus fantasías y representen la pieza teatral de su propia vida, transformándose en espectadoras de sí mismas. Se arriesgan a ser usuarios compulsivos y dependientes”, dice Marília Brandão. Para quien cree que está muy obcecado en la vida virtual, la psiquiatra sugiere el distanciamiento de la computadora y del smartphone. Si no fuera posible estar lejos de esos aparatos, es mejor buscar ayuda.
Hagamos de cuenta
La estudiante de Derecho Gabriele Moraes, 18 años, sintió en su propia carne la experiencia de vivir una vida de mentira –mejor dicho, varias. Durante más de dos años, escondió su identidad real en aproximadamente de 25 cuentas falsas, en los llamados perfiles “fakes” (falsos), en la red social Orkut y en el MSN. En aquel período, la rutina de Gabriele se limitaba a crear historias falsas para sus personajes. “En esa época, yo veía mi vida extremamente aburrida y en el fake yo me sentía más ‘amada’ y ‘popular’, quería que mi vida fuera como la de ellos”, confiesa la joven.
“Perdí mucho tiempo en los fakes, era un rehén, pasaba casi 24 horas por día en internet. Cuando no estaba online, me desesperaba. Dejaba mis compromisos, no me gustaba salir de casa, prefería quedarme en la computadora”, relata. Gabriele decidió abandonar los fakes cuando se dio cuenta de que estaba viviendo una ilusión y perdiendo la oportunidad de aprovechar momentos únicos. Hoy, ella está en la facultad, prácticas, encontró amigos de verdad y aprovecha sus horas libres para reunirse con su grupo y con la familia.
Vida virtual, tragedia real
No todas las personas logran darse cuenta que son rehenes del mundo cibernético. En 2010, un matrimonio sur-coreano adicto a internet fue preso por dejar a su bebé de tres meses morir de inanición, mientras criaban una hija virtual. El padre, de 41 años, y su mujer, de 25 años, alimentaban a su hija prematura solo una vez por día, en los intervalos de 12 horas que pasaban en un Cyber café. Un oficial de la policía le explicó a la agencia de noticias oficial Yonhap que el matrimonio “perdió el deseo de vivir una vida normal” después de que ambos perdieron sus empleos. El matrimonio abandonó la vida real para criar una niñita virtual llamada Anima, en el popular juego de internet Prius Online.
Ese tipo de juegos simulan la vida real y cada jugador puede ser quien quiere ser, conquistan millones de personas en todo el mundo debido a su superficialidad y a la posibilidad de modificar todo lo que no les satisface. En juegos como Second Life y The Sims, los participantes crean todo tipo de fantasía imaginable – desde aprender a disparar con armamento de guerra, cambiarse el color del cabello y encontrar nuevo novio. El problema es que, poco a poco, esos juegos quitan el tiempo, el dinero y también la vida real de los jugadores.
El caso del consultor comercial Jayme Menezes, de 28 años, es uno de esos ejemplos. Cuando aún era adolescente se apartó de los amigos y de la familia, faltaba a clases y gastaba casi todo su salario mensual para pasar madrugadas levantado en un Cyber, jugando. Su juego favorito se trataba de un enfrentamiento entre un policía y un ladrón y el objetivo era matar a la mayor cantidad de personas para salir victorioso. “Lo que más me atraía era el deseo de pelearme con mis colegas y aprender a tirar. Nunca llegué a agarrar un arma, pero es cierto que el juego te llevaba a tener el deseo de disparar y matar personas. En momentos de enojo o pelea, me venía a la mente las escenas del juego, o sea, la realidad se mezclaba con la ficción”, relata Jayme, que participó del juego durante 5 años.
Todo comenzó a cambiar cuando él se dio cuenta de que el juego representaba solo una “felicidad momentánea”. “Cuando yo estaba jugando era feliz, pero al quedarme solo, sufría depresión y no sentía ganas de vivir. Intentaba quedarme jugando todo el tiempo para olvidar la tristeza y la realidad en la que vivía. No tenía perspectiva de vida”, analiza.
Para los jóvenes que están pasando por el mismo problema, Jayme aconseja que es necesario aprender a fraccionar el tiempo. “Cuando uno pasa mucho tiempo haciendo una misma cosa, eso va contaminando su mente, poco a poco, y uno termina trayendo la ficción a la realidad. Divertirse es muy bueno, pero en exceso, el juego puede transformarse en un vicio peor que las drogas”.
Vacío y frustración
La necesidad de que parecer lo que no es y el deseo de probar todo el tiempo las cualidades propias, puede esconder frustraciones. El alerta es del pastor Rodrigo Leite, responsable del trabajo de evangelización de la Universal, en la región de Osasco, San Pablo. “Toda persona tiene sueños, expectativas de vida, pero algunos buscan la felicidad en lugares equivocados. Así comienzan frustraciones que terminan generando dolor en el alma, depresión, angustia y una vida amargada. El gran problema es que la humanidad busca llenar el vacío del corazón en el lugar equivocado”, destaca Rodrigo Leite. Mientras que para algunas personas el lugar equivocado está en las drogas, para otras está representado por las redes sociales y los juegos de internet.
En lugar de alimentar ilusiones en la vida virtual, Rodrigo recuerda que es mejor luchar para realizar sus propios sueños. “Es posible encontrar la felicidad verdadera y tener calidad de vida en el aspecto económico, en la salud, en el amor y en la familia. Para eso, la persona necesita creer en sí misma y darse cuenta de que muchas historias de las redes sociales no son más que una mentira y que, cuanto más se miente, más frustración hay. La falsa felicidad puede ser sustituida por un camino más verdadero, que va más allá de las emociones superficiales”, concluyó.
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