A todos les sucede lo mismo: Hay una misma suerte para el justo y para el impío; para el bueno, para el limpio y para el inmundo; para el que ofrece sacrificio y para el que no sacrifica. Como el bueno, así es el pecador… Eclesiastés 9:2
Todos los hombres de la Tierra, independientemente de su carácter o de sus condiciones humanas, enfrentan aflicciones. Eso sucede porque vivimos en un mundo donde reina la rebelión contra Dios. Por más que andemos en obediencia al Altísimo, viviremos todo el tiempo rodeados por personas desobedientes a Él, y sus elecciones también interferirán en nuestras vidas.
Por otro lado, los que viven lejos de Dios, además de ser alcanzados por la injusticia de los demás, también lo serán por su propia injusticia. En todo caso, justos e impíos pasarán por aflicciones, por el simple hecho de vivir en el mismo mundo.
La diferencia no está en lo que viene sobre uno y sobre el otro, sino en el poder que esos acontecimientos tienen sobre la vida de unos y de otros.
La Biblia afirma que: Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el SEÑOR. Salmos 34:19, y, mientras tanto, La maldad dará muerte al impío. Salmos 34:21.
Note que, a pesar de que las aflicciones del justo sean muchas, él no sale perjudicado de ninguna de ellas. Por otro lado, una única maldad es capaz de perjudicar al impío de tal manera que su situación se torna irreversible como la muerte. Allí vemos otra vez la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no Le sirve. Malaquías 3:18
La aflicción no tiene poder para destruir al justo, visto que el Propio Dios lo libra de ella. Es más, su efecto es contrario: la aflicción deja al justo más fuerte, más experimentado y más cerca de Dios. Pero ella tiene poder para destruir al impío, porque él no puede contar con el Altísimo para librarlo, ya que vive indiferente a Su Palabra y a Su Presencia.
Los efectos que las aflicciones han surtido en su vida muestran si usted es justo o impío delante de Dios. Un título, una posición o una reputación pueden camuflar el verdadero estado de una persona, pero ella queda al descubierto ante las dificultades que enfrenta. Si usted ha sido librado de las aflicciones y ha quedado más fuerte en cada una de ellas, Dios lo ha guardado porque ve en usted a un siervo bueno y fiel. Pero si una única maldad fue o es capaz de desestructurarlo, es señal de que usted está a un paso del infierno, por vivir una vida contraria a los Mandamientos de Dios.
Pasar por aflicciones no es una decisión suya – de cualquier forma, ellas formarán parte de su vida – pero le corresponde a usted escoger ser librado o destruido por ellas, ser justo o impío delante del Altísimo.