Julio: “Tuve una infancia dura, mi padre era alcohólico, veía como él agredía a mi mamá, al punto de hacerla sangrar. Probé el cigarrillo y el alcohol a los 14 años.
Salía con amigos más grandes que yo, los veía vender droga, robar. Eso hizo que quisiera entrar a ese mundo, y así fue, robaba con ellos. Consumía todo tipo de drogas, lanzaperfume, ketamina, LSD, popper, cristal. Iba a todo tipo de fiestas, a más de una por noche. Mi vida no hacía más que empeorar, le ocultaba todo a mi familia.
Las drogas me hundieron, me quedé solo. El peor momento fue un día, que luego de salir de un boliche, seis amigos me encararon, me robaron todo lo que tenía y me apuñalaron. Ese día, me llevaron al hospital y estuve muy grave.
Mi mamá conoció la Universal, antes que yo. Ella me invitaba a las reuniones, pero no quería saber nada. Con el pasar del tiempo empecé a ver el cambio en ella.
Me di cuenta que no me gritaba como antes, estaba muy distinta, por eso decidí acompañarla. Cuando fui a la iglesia la primera vez, entré con resaca y me dormía en el asiento, pero decidí luchar para cambiar. No fue fácil, pero logré salir.
Hoy en día ya no tengo vicios, ni abstinencia. Dejé atrás mi pasado y mi familia ve mi cambio. Ahora trabajo para ayudar a otros jóvenes que pasan por lo que yo pasé”, concluye.
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