Se habla mucho de la Justicia Divina y de la Justicia del hombre como contradictorias. La primera, perfecta, es infinitamente superior a la segunda, con sus fallas inherentes a los humanos. Sin embargo, gran parte de las leyes que rigen las constituciones y los códigos de distintos países actualmente tienen una raíz en común: los Diez Mandamientos presentados en Éxodo 20:1-17 y sus derivaciones dispuestas en Deuteronomio.
Hay reflejos directos de las leyes del Antiguo Testamento en el Código Civil, en el Penal y hasta en la Constitución Nacional Argentina.
Cabe recordar que el Nuevo Testamento cambió la relación del hombre con Dios, a través del Señor Jesús y Su sacrificio. Sin embargo, el Mesías dejó bien claro que no había venido a contrariar la Ley, sino para cumplirla (Mateo 5), aunque parte de ella se adaptara a la nueva realidad proveniente de la Buena Nueva, sin perder su esencia. Concluimos en base a eso, que las reglas citadas en las tablas que Dios le dio a Moisés en la cima del monte Sinaí permanecieron como base de la Justicia humana hasta los días de hoy, mayormente por la diseminación del cristianismo en el mundo occidental.
El primer código
Regresando en el tiempo, antes del propio Éxodo, es de conocimiento histórico que uno de los primeros conjuntos de leyes que procuraban el funcionamiento satisfactorio de la sociedad es el famoso Código de Hammurabi, de la Mesopotamia, elaborado durante el gobierno del monarca que le da nombre, alrededor del 1700 a.C. Eran 281 leyes dispuestas en 46 columnas y 3,6 mil líneas, talladas en una piedra semicilíndrica de 2,5 metros de altura. La roca estaba ubicada en un área pública, de acceso libre, para que nadie tuviera la excusa de desconocer las leyes que trataban aspectos como la agricultura, la pesca, la propiedad, los crímenes contra la vida y otros temas, con las debidas puniciones en caso de incumplirlas. La base de las puniciones era la ley del Talión (derivada del latín tal, “igual”), que puede ser resumida en el dicho popular “ojo por ojo y diente por diente”, en que el autor de un crimen debía recibir el mismo mal que le causó al otro, aunque eso implicara una lesión corporal o la muerte, aun indirectamente.
Debido a las invasiones Babilónicas, el código fue transferido a Susa, el actual Irán, alrededor del 1200 a.C. – lugar donde fue descubierta por arqueólogos en 1901. Actualmente, la roca monolítica original está expuesta en el Museo del Louvre, en París.
El Código de Hammurabi influenció el conjunto de leyes posteriores, pero era muy extenso y de interpretación un poco difícil para muchas clases de la población, principalmente en un tiempo en que saber leer y escribir era algo extraño entre las capas más pobres – la mayoría. Las reglas de Hammurabi influenciaron a las regiones vecinas, pero el pueblo hebreo preparó una revolución de la comprensión popular de justicia, tanto en lo que respecta a Dios, como a los hombres, como vemos en el Antiguo Testamento y vivimos a diario sus reflejos directos o indirectos.
(*) Acompañe la segunda parte la próxima semana.