Lo importante de un árbol no es su apariencia exterior, cuando sus hojas y frutos son abundantes; sino que su valor está en las raíces. Las que no se ven porque están dentro de la tierra.
En cierta estación, sufrirá algún tipo de cambio, caerán sus hojas y tendrá un periodo sin mostrar sus frutos. Pero el árbol continúa ahí. Debido a sus fuertes raíces, volverá a ser el árbol que siempre fue. El tiempo no podrá cambiarlo.
En nuestra vida, muchas veces seremos como el árbol, en los momentos de conquista, atraemos miradas de admiración. Pero en la estación desierto, en la caída de cierto estatus, otro tipo de cuestionamientos y miradas surgen.
Entonces, cómo lidiar con una situación que puede causar incomodidad. Es simple, si sus raíces están en la corriente que es el Espíritu Santo, en la estación del Altísimo, Él lo honrará. Por eso siempre recomendamos que busque Su presencia, porque así no importa que venga el desierto, porque Él estará dentro suyo. Le dará condiciones para que soporte las luchas y las persecuciones, Dios permite que pasemos desiertos para fortalecernos cada vez más. Cuando vengan demos gracias.
Si nuestras raíces permanecen en Él, durante el desierto nos mantendremos firmes y Él nos honrará.
“Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.”, (Jeremías 17:7-8).
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