La vida nos pone a prueba en tres niveles para revelar cómo realmente estamos: la mente y la obediencia (fe), la perseverancia en la espera (confianza) y la entrega total en dependencia (amor). Estas pruebas no son opcionales; son el crisol en el que se forma nuestra identidad como hijos de Dios.
1. La prueba de la fe: la obediencia
- Qué mide: si nuestra mente y voluntad se someten a la Palabra de Dios más que a nuestros deseos, temores o conveniencias.
- Ejemplo: Abraham, el padre de la fe, obedeció la Orden Divina y salió de su tierra sin conocer su destino; su fe lo hizo actuar antes de comprender todo el plan.
- Pregunta para reflexionar: ¿Qué decisión de obediencia te está pidiendo Dios en esta Hoguera Santa, aunque no entiendas el porqué?
2. La prueba de la confianza: la espera
- Qué mide: si sostenemos la obediencia cuando el tiempo pasa, la promesa parece lejana o las circunstancias cambian.
- Ejemplo: Abraham esperó décadas sin ver la plenitud de la promesa y, aun así, no renunció; su vida fue una escuela de confianza.
- Pregunta para reflexionar: ¿Cómo reaccionás cuando Dios tarda en cumplir? ¿Dejás de obedecer o seguís confiando con esperanza?
3. La prueba del amor: la entrega incondicional
- Qué mide: si estamos dispuestos a sacrificar lo que más amamos por la Voluntad de Dios, incluso lo que nos dio y prometió.
- Ejemplo: Abraham estaba dispuesto a sacrificar a Isaac; Jesús bebió la copa en el Getsemaní, entregando Su Ser por amor redentor.
- Pregunta para reflexionar: ¿Qué estarías dispuesto a entregar hoy por amor a Dios?
“En el amor no hay temor, sino que el PERFECTO AMOR echa fuera el temor…” 1 Juan 4:18
En este caso, temor se refiere a miedo. Cuando la fe, la confianza y el amor gobiernan el corazón, el miedo pierde su poder: desaparecen la duda, la malicia, la esclavitud al materialismo y el temor al qué dirán; incluso la muerte se ve distinta.
La suma de las tres pruebas: como Abraham y el Señor Jesús
- Hay momentos en los que las tres pruebas se encuentran: la fe que obedece, la confianza que espera y el amor que se entrega.
- Tanto Abraham como el Señor Jesús pasaron por esa convergencia. Ambos enfrentaron su “Getsemaní”: Abraham, en la larga espera y la obediencia radical; el Señor Jesús, en la prueba final desde el jardín hasta la cruz. En ambos casos, la meta fue la misma: cumplir la Voluntad del Padre y abrir el camino para que otros fueran hijos. A través de Abraham, hijos en la fe; y a través de Jesús, hijos de Dios.
Práctica para las últimas semanas del año
- Identificá en cuál de estas tres pruebas estás ahora: fe, confianza, amor o las tres.
- Hacé un acto concreto esta semana: una obediencia inmediata; una expresión de espera activa; o una renuncia por amor (algo que demuestre voluntad, no solo palabras).
- Recordá: Dios envía un ángel, una Palabra, un consuelo en cada Getsemaní de tu vida. No sos el primero ni serás el último en ser presionado, pero serás fortalecido.
Fuerza: vos también podés hacerlo.
He pasado por mi Getsemaní en distintas etapas de la vida, y siempre hallé la Palabra que me sostuvo. Que hoy recibas la misma fortaleza para beber la Copa de la Voluntad de Dios y renacer como hijo.
¡Nos vemos en breve, en la IURD o en las Nubes!
Obispo Julio Freitas
