Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Deuteronomio 24
1 Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa,
2 y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre;
3 si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer,
4 al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante el Señor. No traerás pecado sobre la tierra que el Señor tu Dios te da por heredad.
5 Cuando un hombre es recién casado, no saldrá con el ejército, ni se le impondrá ningún deber; quedará libre en su casa por un año para hacer feliz a la mujer que ha tomado.
6 Ninguno tomará en prenda el molino de mano ni la muela del molino, porque sería tomar en prenda la vida del hombre.
7 Si se encuentra a un hombre que haya secuestrado a alguno de sus hermanos de los hijos de Israel, y lo haya tratado con violencia, o lo haya vendido, entonces ese ladrón morirá; así quitarás el mal de en medio de ti.
8 Cuídate de una infección de lepra, para que observes diligentemente y hagas conforme a todo lo que los sacerdotes levitas os enseñen; como les he ordenado, así cuidaréis de hacer.
9 Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam en el camino, cuando salíais de Egipto.
10 Cuando prestes cualquier cosa a tu prójimo, no entrarás en su casa para tomar su prenda;
11 te quedarás afuera, y el hombre a quien hiciste el préstamo te traerá la prenda.
12 Y si es un hombre pobre, no te acostarás reteniendo aún su prenda;
13 sin falta le devolverás la prenda al ponerse el sol, para que se acueste con su ropa, y te bendiga; y te será justicia delante del Señor tu Dios.
14 No oprimirás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus conciudadanos o uno de los extranjeros que habita en tu tierra y en tus ciudades.
15 En su día le darás su jornal antes de la puesta del sol, porque es pobre y ha puesto su corazón en él; para que él no clame contra ti al Señor, y llegue a ser pecado en ti.
16 Los padres no morirán por sus hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por su propio pecado.
17 No pervertirás la justicia debida al forastero ni al huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda,
18 sino que recordarás que fuiste esclavo en Egipto y que el Señor tu Dios te rescató de allí; por tanto, yo te mando que hagas esto.
19 Cuando siegues tu mies en tu campo y olvides alguna gavilla en el campo, no regresarás a recogerla; será para el forastero, para el huérfano y para la viuda, para que el Señor tu Dios te bendiga en toda obra de tus manos.
20 Cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti, serán para el forastero, para el huérfano y para la viuda.
21 Cuando vendimies tu viña, no la repasarás; será para el forastero, para el huérfano y para la viuda.
22 Recordarás que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto; por tanto, yo te mando que hagas esto.
Salmos 114
1 Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob de entre un pueblo de lengua extraña,
2 Judá vino a ser su santuario, Israel, su dominio.
3 Lo miró el mar, y huyó; el Jordán se volvió atrás.
4 Los montes saltaron como carneros, y los collados como corderitos.
5 ¿Qué te pasa, oh mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te vuelves atrás,
6 a vosotros, montes, que saltáis como carneros, y a vosotros, collados, que saltáis como corderitos?
7 Tiembla, oh tierra, ante la presencia del Señor, ante la presencia del Dios de Jacob,
8 que convirtió la roca en estanque de agua, y en fuente de aguas el pedernal.
Salmos 115
1 No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu fidelidad.
2 ¿Por qué han de decir las naciones: ¿Dónde está ahora su Dios?
3 Nuestro Dios está en los cielos; El hace lo que le place.
4 Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombre.
5 Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven;
6 tienen oídos, y no oyen; tienen nariz, y no huelen;
7 tienen manos, y no palpan; tienen pies, y no caminan; no emiten sonido alguno con su garganta.
8 Se volverán como ellos, los que los hacen, y todos los que en ellos confían.
9 Oh Israel, confía en el Señor; El es tu ayuda y tu escudo.
10 Oh casa de Aarón, confiad en el Señor; El es vuestra ayuda y vuestro escudo.
11 Los que teméis al Señor, confiad en el Señor; El es vuestra ayuda y vuestro escudo.
12 El Señor se ha acordado de nosotros; El nos bendecirá; bendecirá a la casa de Israel; bendecirá a la casa de Aarón.
13 El bendecirá a los que temen al Señor, tanto a pequeños como a grandes.
14 El Señor os prospere, a vosotros y a vuestros hijos.
15 Benditos seáis del Señor, que hizo los cielos y la tierra.
16 Los cielos son los cielos del Señor; pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres.
17 Los muertos no alaban al Señor, ni ninguno de los que descienden al silencio.
18 Pero nosotros bendeciremos al Señor desde ahora y para siempre. ¡Aleluya!
Isaías 51
1 Escuchadme, vosotros que seguís la justicia, los que buscáis al Señor. Mirad la roca de donde fuisteis tallados, y la cantera de donde fuisteis excavados.
2 Mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, que os dio a luz; cuando él era uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué.
3 Ciertamente el Señor consolará a Sion, consolará todos sus lugares desolados; convertirá su desierto en Edén, y su yermo en huerto del Señor; gozo y alegría se encontrarán en ella, acciones de gracias y voces de alabanza.
4 Prestadme atención, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá una ley, y estableceré mi justicia para luz de los pueblos.
5 Cerca está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos; por mí esperan las costas, y en mi brazo ponen su esperanza.
6 Alzad vuestros ojos a los cielos, y mirad la tierra abajo; porque los cielos como humo se desvanecerán, y la tierra como un vestido se gastará. Sus habitantes como mosquitos morirán, pero mi salvación será para siempre, y mi justicia no menguará.
7 Escuchadme, vosotros que conocéis la justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis el oprobio del hombre, ni os desalentéis a causa de sus ultrajes.
8 Porque como a vestido se los comerá la polilla, y como a lana se los comerá la larva. Pero mi justicia durará para siempre, y mi salvación por todas las generaciones.
9 Despierta, despierta, vístete de poder, oh brazo del Señor; despierta como en los días de antaño, en las generaciones pasadas. ¿No eres tú el que despedazó a Rahab, el que traspasó al dragón?
10 ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos?
11 Los rescatados del Señor volverán, entrarán en Sion con gritos de júbilo, con alegría eterna sobre sus cabezas. Gozo y alegría alcanzarán, y huirán la tristeza y el gemido.
12 Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú que temes al hombre mortal, y al hijo del hombre que como hierba es tratado?
13 ¿Has olvidado al Señor, tu Hacedor, que extendió los cielos y puso los cimientos de la tierra, para que estés temblando sin cesar todo el día ante la furia del opresor, mientras éste se prepara para destruir? Pero ¿dónde está la furia del opresor?
14 El desterrado pronto será libertado, y no morirá en la cárcel, ni le faltará su pan.
15 Porque yo soy el Señor tu Dios, que agito el mar y hago bramar sus olas (el Señor de los ejércitos es su nombre),
16 y he puesto mis palabras en tu boca, y con la sombra de mi mano te he cubierto al establecer los cielos, poner los cimientos de la tierra y decir a Sion: “Tú eres mi pueblo.”
17 ¡Despierta, despierta! Levántate, Jerusalén, tú, que has bebido de la mano del Señor la copa de su furor, que has bebido el cáliz del vértigo hasta vaciarlo.
18 No hay quien la guíe entre todos los hijos que dio a luz, ni hay quien la tome de la mano entre todos los hijos que crió.
19 Estas dos cosas te han acontecido, ¿quién te confortará?; desolación y destrucción, hambre y espada, ¿quién te consolará?
20 Tus hijos han desfallecido, yacen en las esquinas de todas las calles como antílope en la red, llenos del furor del Señor, de la reprensión de tu Dios.
21 Por tanto, oye ahora esto, afligida, que estás ebria, mas no de vino:
22 Así dice tu Señor, el Señor tu Dios, que contiende por su pueblo: He aquí, he quitado de tu mano la copa del vértigo, el cáliz de mi furor, nunca más lo beberás.
23 Lo pondré en las manos de los que te atormentan, que te han dicho: “Póstrate para que pasemos.” Y tú pusiste tu espalda como suelo, como calle para los que pasaban.
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