Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Josué 8
1 Entonces el Señor dijo a Josué: No temas ni te acobardes. Toma contigo a todo el pueblo de guerra y levántate, sube a Hai; mira, he entregado en tu mano al rey de Hai, su pueblo, su ciudad y su tierra.
2 Harás con Hai y con su rey lo mismo que hiciste con Jericó y con su rey; tomaréis para vosotros como botín solamente los despojos y el ganado. Prepara una emboscada a la ciudad detrás de ella.
3 Y Josué se levantó con todo el pueblo de guerra para subir a Hai. Escogió Josué treinta mil hombres, valientes guerreros, los envió de noche,
4 y les dio órdenes, diciendo: Mirad, vais a poner emboscada a la ciudad por detrás de ella. No os alejéis mucho de la ciudad, sino estad todos alerta.
5 Y yo y todo el pueblo que me acompaña nos acercaremos a la ciudad. Y sucederá que cuando ellos salgan a nuestro encuentro como la primera vez, nosotros huiremos delante de ellos,
6 y ellos saldrán tras nosotros hasta que los hayamos alejado de la ciudad, porque dirán: “Huyen ante nosotros como la primera vez.” Huiremos, pues, ante ellos.
7 Vosotros saldréis de la emboscada y os apoderaréis de la ciudad, porque el Señor vuestro Dios la entregará en vuestras manos.
8 Y será que cuando hayáis tomado la ciudad, le prenderéis fuego. Lo haréis conforme a la palabra del Señor. Mirad que yo os lo he mandado.
9 Josué los envió, y fueron al lugar de la emboscada y se quedaron entre Betel y Hai, al occidente de Hai; pero Josué pasó la noche entre el pueblo.
10 Y se levantó Josué muy de mañana, pasó revista al pueblo y subió con los ancianos de Israel frente al pueblo de Hai.
11 Entonces todos los hombres de guerra que estaban con él subieron y se acercaron, y llegaron frente a la ciudad, y acamparon al lado norte de Hai. Y había un valle entre él y Hai.
12 Tomó unos cinco mil hombres y los puso en emboscada entre Betel y Hai, al occidente de la ciudad.
13 Y apostaron al pueblo: todo el ejército que estaba al norte de la ciudad, y su retaguardia que estaba al occidente de la ciudad. Y Josué pasó aquella noche en medio del valle.
14 Y aconteció que al ver esto el rey de Hai, los hombres de la ciudad se apresuraron, se levantaron temprano y salieron para enfrentarse a Israel en batalla, él y todo su pueblo, en el lugar señalado frente a la llanura del desierto; pero no sabía que había una emboscada contra él por detrás de la ciudad.
15 Y Josué y todo Israel se fingieron vencidos delante de ellos, y huyeron camino del desierto.
16 Y todo el pueblo que estaba en la ciudad fue llamado para perseguirlos, y persiguieron a Josué, y se alejaron de la ciudad.
17 No quedó hombre en Hai o Betel que no saliera tras Israel, y dejaron la ciudad sin protección por perseguir a Israel.
18 Entonces el Señor dijo a Josué: Extiende la jabalina que está en tu mano hacia Hai, porque la entregaré en tu mano. Y extendió Josué hacia la ciudad la jabalina que estaba en su mano.
19 Y los que estaban emboscados se levantaron rápidamente de su lugar, y corrieron cuando él extendió su mano, entraron en la ciudad y se apoderaron de ella, y se apresuraron a prender fuego a la ciudad.
20 Cuando los hombres de Hai se volvieron y miraron, he aquí, el humo de la ciudad subía al cielo, y no tenían lugar adónde huir, ni por un lado ni por otro, porque el pueblo que iba huyendo hacia el desierto se volvió contra sus perseguidores.
21 Al ver Josué y todo Israel que los emboscados habían tomado la ciudad y que el humo de la ciudad subía, se volvieron y mataron a los hombres de Hai.
22 Y los otros salieron de la ciudad a su encuentro así que los de Hai quedaron en medio de Israel, unos por un lado y otros por el otro; y los mataron hasta no quedar de ellos sobreviviente ni fugitivo.
23 Pero tomaron vivo al rey de Hai, y lo trajeron a Josué.
24 Y sucedió que cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Hai en el campo y en el desierto, adonde ellos los habían perseguido y todos habían caído a filo de espada hasta ser exterminados, todo Israel volvió a Hai y la hirieron a filo de espada.
25 Y todos los que cayeron aquel día, tanto hombres como mujeres, fueron doce mil; todo el pueblo de Hai.
26 Josué no retiró su mano con la cual tenía extendida la jabalina, hasta que hubo destruido por completo a todos los habitantes de Hai.
27 Sólo el ganado y los despojos de aquella ciudad tomó para sí Israel como botín, conforme a la palabra que el Señor había ordenado a Josué.
28 Y quemó Josué a Hai y la convirtió en un montón de ruinas para siempre, en una desolación hasta el día de hoy.
29 Y colgó al rey de Hai en un árbol hasta la tarde; y a la puesta del sol Josué dio orden que bajaran su cadáver del árbol; lo arrojaron a la entrada de la puerta de la ciudad y levantaron sobre él un gran montón de piedras que permanece hasta el día de hoy.
30 Entonces edificó Josué un altar al Señor, Dios de Israel, en el monte Ebal,
31 tal como Moisés, siervo del Señor, había ordenado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de la ley de Moisés, un altar de piedras sin labrar, sobre las cuales nadie había alzado herramienta de hierro; y sobre él ofrecieron holocaustos al Señor, y sacrificaron ofrendas de paz.
32 Y escribió allí, sobre las piedras, una copia de la ley que Moisés había escrito, en presencia de los hijos de Israel.
33 Todo Israel, con sus ancianos, oficiales y jueces, estaba de pie a ambos lados del arca delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto del Señor, tanto el forastero como el nativo. La mitad de ellos estaba frente al monte Gerizim, y la otra mitad frente al monte Ebal, tal como Moisés, siervo del Señor, había ordenado la primera vez, para que bendijeran al pueblo de Israel.
34 Después Josué leyó todas las palabras de la ley, la bendición y la maldición, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley.
35 No hubo ni una palabra de todo lo que había ordenado Moisés que Josué no leyera delante de toda la asamblea de Israel, incluyendo las mujeres, los niños y los forasteros que vivían entre ellos.
Salmos 139
1 Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido.
2 Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos.
3 Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos.
4 Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda.
5 Por detrás y por delante me has cercado, y tu mano pusiste sobre mí.
6 Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; es muy elevado, no lo puedo alcanzar.
7 ¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia?
8 Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú.
9 Si tomo las alas del alba, y si habito en lo más remoto del mar,
10 aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
11 Si digo: Ciertamente las tinieblas me envolverán, y la luz en torno mío será noche;
12 ni aun las tinieblas son oscuras para ti, y la noche brilla como el día. Las tinieblas y la luz son iguales para ti.
13 Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre.
14 Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.
15 No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra.
16 Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos.
17 ¡Cuán preciosos también son para mí, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos!
18 Si los contara, serían más que la arena; al despertar aún estoy contigo.
19 ¡Oh Dios, si tú hicieras morir al impío! Por tanto, apartaos de mí, hombres sanguinarios.
20 Porque hablan contra ti perversamente, y tus enemigos toman tu nombre en vano.
21 ¿No odio a los que te aborrecen, Señor? ¿Y no me repugnan los que se levantan contra ti?
22 Los aborrezco con el más profundo odio; se han convertido en mis enemigos.
23 Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes.
24 Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno.
Salmos 140
1 Líbrame, oh Señor, de los hombres malignos; guárdame de los hombres violentos,
2 que traman maldades en su corazón; que cada día provocan guerras.
3 Aguzan su lengua como serpiente; veneno de víbora hay bajo sus labios. (Selah)
4 Guárdame, Señor, de las manos del impío; protégeme de los hombres violentos, que se han propuesto hacerme tropezar.
5 Los soberbios han ocultado trampa y cuerdas para mí; han tendido red al borde del sendero; me han puesto lazos. (Selah)
6 Dije al Señor: Tú eres mi Dios; escucha, oh Señor, la voz de mis súplicas.
7 Oh Dios, Señor, poder de mi salvación, tú cubriste mi cabeza en el día de la batalla.
8 No concedas, Señor, los deseos del impío; no hagas prosperar sus malos designios, para que no se exalten. (Selah)
9 En cuanto a los que me rodean, que la malicia de sus labios los cubra.
10 Caigan sobre ellos carbones encendidos; sean arrojados en el fuego, en abismos profundos de donde no se puedan levantar.
11 Que el hombre de mala lengua no permanezca en la tierra; que al hombre violento lo persiga el mal implacablemente.
12 Yo sé que el Señor sostendrá la causa del afligido, y el derecho de los pobres.
13 Ciertamente los justos darán gracias a tu nombre, y los rectos morarán en tu presencia.
Jeremías 2
1 Y vino a mí la palabra del Señor, diciendo:
2 Ve y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: “Así dice el Señor: ‘De ti recuerdo el cariño de tu juventud, el amor de tu desposorio, de cuando me seguías en el desierto, por tierra no sembrada.
3 ‘Santo era Israel para el Señor, primicias de su cosecha; todos los que comían de ella se hacían culpables; el mal venía sobre ellos’ —declara el Señor.”
4 Oíd la palabra del Señor, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel.
5 Así dice el Señor: ¿Qué injusticia hallaron en mí vuestros padres, para que se alejaran de mí y anduvieran tras lo vano y se hicieran vanos?
6 Tampoco dijeron: ¿Dónde está el Señor que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto,por una tierra de yermos y de barrancos, por una tierra seca y tenebrosa, una tierra por la que nadie pasó y donde ningún hombre habitó?
7 Yo os traje a una tierra fértil, para que comierais de su fruto y de sus delicias; pero vinisteis y contaminasteis mi tierra, y de mi heredad hicisteis abominación.
8 Los sacerdotes no dijeron: “¿Dónde está el Señor?” Los que se ocupaban de la ley no me conocieron, los gobernantes se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaban por Baal, y andaban tras cosas que no aprovechan.
9 Por tanto, aún contenderé con vosotros —declara el Señor— y con los hijos de vuestros hijos contenderé.
10 Pasad, pues, a las islas de Quitim y ved, enviad gente a Cedar y observad atentamente, y ved si ha habido cosa semejante:
11 ¿Ha cambiado alguna nación sus dioses, aunque ésos no son dioses? Pues mi pueblo ha cambiado su gloria por lo que no aprovecha.
12 Espantaos, oh cielos, por esto, y temblad, quedad en extremo desolados —declara el Señor.
13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua.
14 ¿Es un esclavo Israel o un siervo nacido en casa? ¿Por qué se ha convertido en presa?
15 Contra él rugieron los leoncillos, rugieron fuertemente, y han hecho de su tierra una desolación; sus ciudades están quemadas, sin habitantes.
16 Incluso los hombres de Menfis y de Tafnes te han afeitado la coronilla.
17 ¿No te ha sucedido esto por haber dejado al Señor tu Dios, cuando El te guiaba por el camino?
18 Y ahora, ¿qué haces en el camino a Egipto para beber las aguas del Nilo? ¿O qué haces en el camino a Asiria para beber las aguas del Eufrates?
19 Te castigará tu propia maldad, y tus apostasías te condenarán. Reconoce, pues, y ve que es malo y amargo el dejar al Señor tu Dios, y no tener temor de mí —declara el Señor, Dios de los ejércitos.
20 Porque desde hace tiempo rompí tu yugo y arranqué tus coyundas; pero dijiste: “No serviré.” Porque sobre toda colina alta y bajo todo árbol frondoso te echabas como ramera.
21 Pero yo te planté como vid escogida, toda ella de simiente genuina. ¿Cómo, pues, te has vuelto delante de mí sarmiento degenerado de una vid extraña?
22 Aunque te laves con soda y uses mucho jabón, la mancha de tu iniquidad está aún delante de mí —declara el Señor Dios.
23 ¿Cómo puedes decir: “No estoy manchada, no he ido tras los baales”? Mira tu proceder en el valle, reconoce lo que has hecho. Eres una camella joven y liviana que enreda sus pasos,
24 asna montés acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el viento. En la época de su celo ¿quién la puede refrenar? Todos los que la busquen, no se tienen que fatigar, en su mes la hallarán.
25 Guarda tus pies de andar descalzos y tu garganta de la sed. Mas dijiste: “Es en vano. ¡No! Porque amo a los extraños, y tras ellos andaré.”
26 Como se avergüenza el ladrón cuando es descubierto, así se ha avergonzado la casa de Israel: ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas;
27 los que dicen al leño: “Mi padre eres tú”, y a la piedra: “Tú me engendraste.” Porque ellos me han vuelto las espaldas, y no el rostro; pero en el tiempo de su calamidad dirán: “Levántate y sálvanos.”
28 Mas ¿dónde están tus dioses, los que hiciste para ti? Que se levanten, a ver si pueden salvarte en el tiempo de tu calamidad; porque según el número de tus ciudades son tus dioses, oh Judá.
29 ¿Por qué contendéis conmigo? Todos vosotros os habéis rebelado contra mí —declara el Señor.
30 En vano he herido a vuestros hijos, no han aceptado corrección. Vuestra espada ha devorado a vuestros profetas como león destructor.
31 ¡Oh generación, atended a la palabra del Señor! ¿He sido yo un desierto para Israel, o una tierra de densa oscuridad? ¿Por qué dice mi pueblo: “Vaguemos libremente; no vendremos más a ti”?
32 ¿Se olvida una virgen de sus adornos, o una novia de su atavío? Pues mi pueblo me ha olvidado por innumerables días.
33 ¡Qué bien preparas tu camino para buscar amor! Por eso aun a las malvadas has enseñado tus caminos.
34 También en tus faldas se halla sangre de la vida de pobres inocentes; no los encontraste forzando la entrada. Pero a pesar de todo esto,
35 aún dices: “Soy inocente, ciertamente su ira se ha apartado de mí.” He aquí, entraré en juicio contigo porque dices: “No he pecado.”
36 ¿Por qué das tantas vueltas cambiando tu camino? También por Egipto serás avergonzada como fuiste avergonzada por Asiria.
37 También de allí saldrás con las manos en la cabeza; porque el Señor ha desechado a aquellos en quienes confías, y no prosperarás con ellos.
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