Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Rut 1
1 Aconteció que en los días en que gobernaban los jueces, hubo hambre en el país. Y un hombre de Belén de Judá fue a residir en los campos de Moab con su mujer y sus dos hijos.
2 Aquel hombre se llamaba Elimelec, y su mujer se llamaba Noemí. Los nombres de sus dos hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Y llegaron a los campos de Moab y allí se quedaron.
3 Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos.
4 Y ellos se casaron con mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa y el nombre de la otra Rut. Y habitaron allí unos diez años.
5 Murieron también los dos, Mahlón y Quelión, y la mujer quedó privada de sus dos hijos y de su marido.
6 Entonces se levantó con sus nueras para regresar de la tierra de Moab, porque ella había oído en la tierra de Moab que el Señor había visitado a su pueblo dándole alimento.
7 Salió, pues, del lugar donde estaba, y sus dos nueras con ella, y se pusieron en camino para volver a la tierra de Judá.
8 Y Noemí dijo a sus dos nueras: Id, volveos cada una a la casa de vuestra madre. Que el Señor tenga misericordia de vosotras como vosotras la habéis tenido con los muertos y conmigo.
9 Que el Señor os conceda que halléis descanso, cada una en la casa de su marido. Entonces las besó, y ellas alzaron sus voces y lloraron,
10 y le dijeron: No, sino que ciertamente volveremos contigo a tu pueblo.
11 Pero Noemí dijo: Volveos, hijas mías. ¿Por qué queréis ir conmigo? ¿Acaso tengo aún hijos en mis entrañas para que sean vuestros maridos?
12 Volveos, hijas mías. Id, porque soy demasiado vieja para tener marido. Si dijera que tengo esperanza, y si aun tuviera un marido esta noche y también diera a luz hijos,
13 ¿esperaríais por eso hasta que fueran mayores? ¿Dejaríais vosotras de casaros por eso? No, hijas mías, porque eso es más difícil para mí que para vosotras, pues la mano del Señor se ha levantado contra mí.
14 Y ellas alzaron sus voces y lloraron otra vez; y Orfa besó a su suegra, pero Rut se quedó con ella.
15 Entonces Noemí dijo: Mira, tu cuñada ha regresado a su pueblo y a sus dioses; vuelve tras tu cuñada.
16 Pero Rut dijo: No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.
17 Donde tú mueras, allí moriré, y allí seré sepultada. Así haga el Señor conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa.
18 Al ver Noemí que Rut estaba decidida a ir con ella, no le insistió más.
19 Caminaron, pues, las dos hasta que llegaron a Belén. Y sucedió que cuando llegaron a Belén, toda la ciudad se conmovió a causa de ellas, y las mujeres decían: ¿No es ésta Noemí?
20 Y ella les dijo: No me llaméis Noemí, llamadme Mara, porque el trato del Todopoderoso me ha llenado de amargura.
21 Llena me fui, pero vacía me ha hecho volver el Señor. ¿Por qué me llamáis Noemí, ya que el Señor ha dado testimonio contra mí y el Todopoderoso me ha afligido?
22 Y volvió Noemí, y con ella su nuera Rut la moabita, regresando así de los campos de Moab. Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada.
Hechos 26
1 Y Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar en tu favor. Entonces Pablo, extendiendo la mano, comenzó su defensa:
2 Con respecto a todo aquello de que los judíos me acusan, me considero afortunado, oh rey Agripa, de poder presentar hoy mi defensa delante de ti,
3 sobre todo, porque eres experto en todas las costumbres y controversias entre los judíos; por lo cual te ruego que me escuches con paciencia.
4 Pues bien, todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, que desde el principio transcurrió entre los de mi pueblo y en Jerusalén;
5 puesto que ellos han sabido de mí desde hace mucho tiempo, si están dispuestos a testificar, que viví como fariseo, de acuerdo con la secta más estricta de nuestra religión.
6 Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres:
7 que nuestras doce tribus esperan alcanzar al servir fielmente a Dios noche y día. Y por esta esperanza, oh rey, soy acusado por los judíos.
8 ¿Por qué se considera increíble entre vosotros que Dios resucite a los muertos?
9 Yo ciertamente había creído que debía hacer muchos males en contra del nombre de Jesús de Nazaret.
10 Y esto es precisamente lo que hice en Jerusalén; no sólo encerré en cárceles a muchos de los santos con la autoridad recibida de los principales sacerdotes, sino que también, cuando eran condenados a muerte, yo daba mi voto contra ellos.
11 Y castigándolos con frecuencia en todas las sinagogas, procuraba obligarlos a blasfemar; y enfurecido en gran manera contra ellos, seguía persiguiéndolos aun hasta en las ciudades extranjeras.
12 Ocupado en esto, cuando iba para Damasco con autoridad y comisión de los principales sacerdotes,
13 al mediodía, oh rey, yendo de camino, vi una luz procedente del cielo más brillante que el sol, que resplandecía en torno mío y de los que viajaban conmigo.
14 Y después de que todos caímos al suelo, oí una voz que me decía en el idioma hebreo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.”
15 Yo entonces dije: “¿Quién eres, Señor?” Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús a quien tú persigues.
16 “Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquellas en que me apareceré a ti;
17 librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo te envío,
18 para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.”
19 Por consiguiente, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial,
20 sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
21 Por esta causa, algunos judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme.
22 Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería:
23 que el Cristo había de padecer, y que por motivo de su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo judío como a los gentiles.
24 Mientras Pablo decía esto en su defensa, Festo dijo* a gran voz: ¡Pablo, estás loco! ¡Tu mucho saber te está haciendo perder la cabeza!
25 Mas Pablo dijo*: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.
26 Porque el rey entiende estas cosas, y también le hablo con confianza, porque estoy persuadido de que él no ignora nada de esto; pues esto no se ha hecho en secreto.
27 Rey Agripa, ¿crees en los profetas? Yo sé que crees.
28 Y Agripa respondió a Pablo: En poco tiempo me persuadirás a que me haga cristiano.
29 Y Pablo dijo: Quisiera Dios que, ya fuera en poco tiempo o en mucho, no sólo tú, sino también todos los que hoy me oyen, llegaran a ser tal como yo soy, a excepción de estas cadenas.
30 Entonces el rey, el gobernador, Berenice y los que estaban sentados con ellos se levantaron,
31 y mientras se retiraban, hablaban entre ellos, diciendo: Este hombre no ha hecho nada que merezca muerte o prisión.
32 Y Agripa dijo a Festo: Podría ser puesto en libertad este hombre, si no hubiera apelado al César.
Jeremías 36
1 Y sucedió que en el año cuarto de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra a Jeremías de parte del Señor, diciendo:
2 Toma un rollo y escribe en él todas las palabras que te he hablado acerca de Israel, acerca de Judá y acerca de todas las naciones, desde el día que te hablé, desde los días de Josías, hasta hoy.
3 Tal vez la casa de Judá oiga toda la calamidad que pienso traer sobre ellos, y se vuelva cada uno de su mal camino; entonces perdonaré su iniquidad y su pecado.
4 Llamó, pues, Jeremías a Baruc, hijo de Nerías, y Baruc escribió al dictado de Jeremías, en un rollo, todas las palabras que el Señor le había hablado.
5 Y Jeremías dio órdenes a Baruc diciendo: Estoy detenido; no puedo entrar en la casa del Señor.
6 Ve, pues, y lee en el rollo que has escrito al dictado mío, las palabras del Señor a oídos del pueblo, en la casa del Señor un día de ayuno. Y también las leerás a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades.
7 Tal vez su súplica llegue delante del Señor, y todos se vuelvan de su mal camino, porque grande es la ira y el furor que el Señor ha pronunciado contra este pueblo.
8 Y Baruc, hijo de Nerías, hizo conforme a todo lo que el profeta Jeremías le había mandado, y leyó en el libro las palabras del Señor, en la casa del Señor.
9 Y en el año quinto de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, proclamaron ayuno delante del Señor a todo el pueblo en Jerusalén y a todo el pueblo que vino de las ciudades de Judá a Jerusalén.
10 Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías a oídos de todo el pueblo en la casa del Señor, en la cámara de Gemarías, hijo del escriba Safán, en el atrio superior, a la entrada de la puerta Nueva de la casa del Señor.
11 Al oír Micaías, hijo de Gemarías, hijo de Safán, todas las palabras del Señor que estaban en el libro,
12 descendió a la casa del rey, a la cámara del escriba. Y he aquí, estaban sentados allí todos los oficiales: el escriba Elisama, Delaía, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Acbor, Gemarías, hijo de Safán, Sedequías, hijo de Ananías, y todos los demás oficiales.
13 Y Micaías les declaró todas las palabras que había oído cuando Baruc leyó en el libro a oídos del pueblo.
14 Entonces todos los oficiales enviaron a Jehudí, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, a decir a Baruc: Toma en tu mano el rollo en el que has leído a oídos del pueblo y ven. Y Baruc, hijo de Nerías, tomó el rollo en su mano y fue a ellos.
15 Y le dijeron: Siéntate ahora, y léenoslo. Y Baruc se lo leyó.
16 Y sucedió que cuando oyeron todas las palabras, se miraron unos a otros atemorizados, y dijeron a Baruc: Ciertamente haremos saber al rey todas estas palabras.
17 Y preguntaron a Baruc, diciendo: Cuéntanos ahora cómo escribiste todas estas palabras. ¿Fue al dictado suyo?
18 Baruc les respondió: El me dictó todas estas palabras y yo las escribí con tinta en el libro.
19 Entonces los oficiales dijeron a Baruc: Ve, escóndete, tú y Jeremías, y que nadie sepa donde estáis.
20 Y entraron al atrio donde estaba el rey, después de haber depositado el rollo en la cámara del escriba Elisama, y contaron a oídos del rey todas las palabras.
21 Entonces envió el rey a Jehudí a buscar el rollo, y éste lo tomó de la cámara del escriba Elisama. Y Jehudí lo leyó al rey y a todos los oficiales que estaban junto al rey.
22 Y el rey estaba sentado en la casa de invierno (era el mes noveno), y había un brasero encendido delante de él.
23 Y sucedía que después que Jehudí había leído tres o cuatro columnas, el rey lo cortaba con el cuchillo del escriba y lo echaba al fuego que estaba en el brasero, hasta terminar con todo el rollo en el fuego que estaba en el brasero.
24 Ni el rey ni ninguno de sus siervos que oyeron todas estas palabras tuvieron temor ni rasgaron sus vestiduras.
25 Y aunque Elnatán y Delaía y Gemarías rogaron al rey que no quemara el rollo, él no les hizo caso.
26 Luego el rey ordenó a Jerameel, hijo del rey, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, prender al escriba Baruc y al profeta Jeremías, pero el Señor los escondió.
27 Entonces vino la palabra del Señor a Jeremías, después que el rey había quemado el rollo y las palabras que Baruc había escrito al dictado de Jeremías, diciendo:
28 Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las palabras que antes había en el primer rollo que quemó Joacim, rey de Judá.
29 Y a Joacim, rey de Judá, dirás: “Así dice el Señor: ‘Tú has quemado este rollo, diciendo: “¿Por qué has escrito en él que ciertamente vendrá el rey de Babilonia y destruirá esta tierra, y hará desaparecer de ella a hombres y animales?”’
30 “Por tanto, así dice el Señor acerca de Joacim, rey de Judá: ‘No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cadáver quedará tirado al calor del día y a la escarcha de la noche.
31 ‘Lo castigaré, a él, a su descendencia y a sus siervos por su iniquidad, y traeré sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los hombres de Judá toda la calamidad que les he anunciado, sin que ellos escucharan.’”
32 Entonces Jeremías tomó otro rollo y se lo dio al escriba Baruc, hijo de Nerías, y éste escribió en él al dictado de Jeremías todas las palabras del libro que Joacim, rey de Judá, había quemado en el fuego, y aun se le añadieron muchas palabras semejantes.
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