Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
2° Samuel 24
1 De nuevo la ira del Señor se encendió contra Israel, e incitó a David contra ellos, diciendo: Ve, haz un censo de Israel y de Judá.
2 Y el rey dijo a Joab, comandante del ejército, que estaba con él: Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz un censo del pueblo para que yo sepa el número de la gente.
3 Pero Joab respondió al rey: Que el Señor tu Dios añada al pueblo cien veces más de lo que son, mientras todavía vean los ojos de mi señor el rey; pero, ¿por qué se complace mi señor el rey en esto?
4 Sin embargo, la palabra del rey prevaleció contra Joab y contra los comandantes del ejército. Salieron, pues, Joab y los comandantes del ejército de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel.
5 Pasaron el Jordán y acamparon en Aroer, a la derecha de la ciudad que está en medio del valle de Gad, y en dirección a Jazer.
6 Luego fueron a Galaad y a la tierra de Tahtim-hodsi; fueron a Dan-jaán y doblaron para Sidón;
7 fueron a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y de los cananeos, saliendo finalmente hacia el sur de Judá, a Beerseba.
8 Habiendo recorrido todo el país, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días.
9 Joab dio al rey la cifra del censo del pueblo: había en Israel ochocientos mil hombres valientes que sacaban espada, y los de Judá eran quinientos mil hombres.
10 Después que David contó el pueblo le pesó en su corazón. Dijo, pues, David al Señor: He pecado en gran manera por lo que he hecho. Pero ahora, oh Señor, te ruego que quites la iniquidad de tu siervo, porque he obrado muy neciamente.
11 Cuando David se levantó por la mañana, la palabra del Señor vino al profeta Gad, vidente de David, diciendo:
12 Ve y di a David: “Así dice el Señor: ‘Te ofrezco tres cosas; escoge para ti una de ellas, para que yo la haga.’”
13 Así que Gad fue a David y se lo hizo saber, diciéndole: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra, o que huyas por tres meses delante de tus enemigos mientras te persiguen, o que haya tres días de pestilencia en tu tierra? Considera ahora, y mira qué respuesta he de dar al que me envió.
14 Respondió David a Gad: Estoy muy angustiado. Te ruego que nos dejes caer en manos del Señor porque grandes son sus misericordias, pero no caiga yo en manos de hombre.
15 Y el Señor envió pestilencia sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y desde Dan hasta Beerseba murieron setenta mil hombres del pueblo.
16 Cuando el ángel extendió su mano hacia Jerusalén para destruirla, el Señor se arrepintió del mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: ¡Basta! ¡Detén ahora tu mano! Y el ángel del Señor estaba junto a la era de Arauna jebuseo.
17 Entonces David habló al Señor, cuando vio al ángel que hería al pueblo, y dijo: He aquí, yo soy el que ha pecado, y yo soy el que ha hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Te ruego que tu mano caiga sobre mí y sobre la casa de mi padre.
18 Y Gad vino a David aquel día y le dijo: Sube, edifica un altar al Señor en la era de Arauna jebuseo.
19 David subió conforme a la palabra de Gad, tal como el Señor había ordenado.
20 Y Arauna miró y vio al rey y a sus siervos que venían hacia él; y saliendo Arauna, se postró rostro en tierra delante del rey.
21 Entonces Arauna dijo: ¿Por qué ha venido mi señor el rey a su siervo? Y David respondió: A comprarte la era para edificar un altar al Señor a fin de detener la plaga del pueblo.
22 Y Arauna dijo a David: Tome y ofrezca mi señor el rey lo que parezca bien a sus ojos. Mira, los bueyes para el holocausto, y los trillos y los yugos de los bueyes para la leña.
23 Todo, oh rey, Arauna lo da al rey. Y Arauna dijo al rey: Que el Señor tu Dios te sea propicio.
24 Pero el rey dijo a Arauna: No, sino que ciertamente por precio te lo compraré, pues no ofreceré al Señor mi Dios holocausto que no me cueste nada. Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.
25 Y allí edificó David un altar al Señor, y ofreció holocaustos y ofrendas de paz. El Señor escuchó la súplica por la tierra y la plaga fue detenida en Israel.
Gálatas 4
1 Digo, pues: Mientras el heredero es menor de edad, en nada es diferente del siervo, aunque sea el dueño de todo,
2 sino que está bajo guardianes y tutores hasta la edad señalada por el padre.
3 Así también nosotros, mientras éramos niños, estábamos sujetos a servidumbre bajo las cosas elementales del mundo.
4 Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,
5 a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos.
6 Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!
7 Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios.
8 Pero en aquel tiempo, cuando no conocíais a Dios, erais siervos de aquellos que por naturaleza no son dioses.
9 Pero ahora que conocéis a Dios, o más bien, que sois conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis otra vez a las cosas débiles, inútiles y elementales, a las cuales deseáis volver a estar esclavizados de nuevo?
10 Observáis los días, los meses, las estaciones y los años.
11 Temo por vosotros, que quizá en vano he trabajado por vosotros.
12 Os ruego, hermanos, haceos como yo, pues yo también me he hecho como vosotros. Ningún agravio me habéis hecho;
13 pero sabéis que fue por causa de una enfermedad física que os anuncié el evangelio la primera vez;
14 y lo que para vosotros fue una prueba en mi condición física, que no despreciasteis ni rechazasteis, sino que me recibisteis como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús mismo.
15 ¿Dónde está, pues, aquel sentido de bendición que tuvisteis? Pues testigo soy en favor vuestro de que de ser posible, os hubierais sacado los ojos y me los hubierais dado.
16 ¿Me he vuelto, por tanto, vuestro enemigo al deciros la verdad?
17 Ellos os tienen celo, no con buena intención, sino que quieren excluiros a fin de que mostréis celo por ellos.
18 Es bueno mostrar celo con buena intención siempre, y no sólo cuando yo estoy presente con vosotros.
19 Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros,
20 quisiera estar presente con vosotros ahora y cambiar mi tono, pues perplejo estoy en cuanto a vosotros.
21 Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no oís a la ley?
22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la libre.
23 Pero el hijo de la sierva nació según la carne, y el hijo de la libre por medio de la promesa.
24 Esto contiene una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno procede del monte Sinaí que engendra hijos para ser esclavos; éste es Agar.
25 Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos.
26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésta es nuestra madre.
27 Porque escrito está: Regocijate, oh esteril, la que no concibes; prorrumpe y clama, tu que no tienes dolores de parto, porque mas son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.
28 Y vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa.
29 Pero así como entonces el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora.
30 Pero, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo, pues el hijo de la sierva no sera heredero con el hijo de la libre.
31 Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre.
Ezequiel 31
1 Y sucedió en el undécimo año, el tercer mes, el día primero del mes, que vino a mí la palabra del Señor, diciendo:
2 Hijo de hombre, di a Faraón, rey de Egipto, y a su multitud: “¿A quién te pareces en tu grandeza?
3 “He aquí, Asiria era un cedro en el Líbano de hermosas ramas y frondoso, de sombra abundante y de elevada estatura, y su copa estaba entre las nubes.
4 “Las aguas lo hicieron crecer y las corrientes profundas lo encumbraron; con sus ríos se extendía en torno al lugar donde estaba plantado, y enviaba sus corrientes a todos los árboles del campo.
5 “Por eso su altura era mayor que la de todos los árboles del campo; se multiplicaban sus ramas y se alargaba su ramaje, extendiéndose a causa de las muchas aguas.
6 “En sus ramas anidaban todas las aves del cielo, bajo su ramaje parían todas las bestias del campo, y a su sombra habitaban todas las grandes naciones.
7 “Era, pues, hermoso en su grandeza, por la extensión de sus ramas; porque sus raíces estaban junto a muchas aguas.
8 “Los cedros no lo igualaban en el huerto de Dios; los cipreses no se podían comparar con su ramaje, y los plátanos no igualaban sus ramas. Ningún árbol en el huerto de Dios podía compararse a él en su hermosura.
9 “Hermoso lo hice por la multitud de sus ramas, y lo envidiaban todos los árboles del Edén que estaban en el huerto de Dios.
10 “Por tanto, así dice el Señor Dios: ‘Porque es de elevada estatura, y ha puesto su copa entre las nubes, y su corazón es altivo por su altura,
11 lo entregaré, pues, en manos de un déspota de las naciones que lo tratará con dureza. Conforme a su maldad lo he echado fuera.
12 ‘Y extranjeros, los más crueles de entre las naciones, lo han derribado y abandonado; sobre los montes y en todos los valles han caído sus ramas, y su ramaje ha sido quebrado en todas las barrancas de la tierra; todos los pueblos de la tierra se han retirado de su sombra y lo han abandonado.
13 ‘Sobre sus ruinas habitarán todas las aves del cielo, y sobre su ramaje derribado estarán todas las bestias del campo,
14 para que no se exalten en su altura ninguno de los árboles junto a las aguas, ni alcen su copa entre las nubes, ni confíen en su altura sus poderosos bien regados. Porque todos han sido entregados a la muerte, a las profundidades de la tierra, entre los hijos de los hombres, con los que descienden a la fosa.’
15 “Así dice el Señor Dios: ‘El día en que descendió al Seol causé lamentaciones, le cerré las corrientes profundas y detuve sus ríos. Sus muchas aguas cesaron, e hice que el Líbano se lamentara por él y por él todos los árboles del campo se marchitaron.
16 ‘Al estruendo de su caída hice temblar a las naciones, cuando lo hice descender al Seol con los que descienden a la fosa; entonces todos los árboles bien regados del Edén, los escogidos y los mejores del Líbano, se consolaron en las profundidades de la tierra.
17 ‘También ellos descendieron con él al Seol, con los que murieron a espada; y los que eran su fuerza habitaban bajo su sombra en medio de las naciones.
18 ‘¿A quién, pues, eres semejante en gloria y grandeza entre los árboles del Edén? Sin embargo, serás derribado con los árboles del Edén a las profundidades de la tierra; yacerás en medio de los incircuncisos, con los que fueron muertos a espada. Así es Faraón y toda su multitud’” —declara el Señor Dios.
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