Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
1° Crónicas 9
1 Todo Israel fue inscrito por genealogías; y he aquí, están escritos en el libro de los reyes de Israel. Y Judá fue llevado al destierro a Babilonia por su infidelidad.
2 Los primeros que habitaron en sus posesiones en sus ciudades fueron los israelitas, los sacerdotes, los levitas y los sirvientes del templo.
3 Algunos de los hijos de Judá, de los hijos de Benjamín, y de los hijos de Efraín y Manasés habitaron en Jerusalén:
4 Utai, hijo de Amiud, hijo de Omri, hijo de Imri, hijo de Bani, de los hijos de Pérez, hijo de Judá.
5 De los silonitas: Asaías el primogénito, y sus hijos.
6 De los hijos de Zera: Jeuel y sus parientes: seiscientos noventa de ellos.
7 De los hijos de Benjamín: Salú, hijo de Mesulam, hijo de Hodavías, hijo de Asenúa,
8 e Ibneías, hijo de Jeroham, y Ela, hijo de Uzi, hijo de Micri, y Mesulam, hijo de Sefatías, hijo de Reuel, hijo de Ibnías;
9 y sus parientes, conforme a sus generaciones, novecientos cincuenta y seis. Todos estos fueron jefes de las casas paternas conforme a las casas de sus padres.
10 De los sacerdotes: Jedaías, Joiarib, Jaquín,
11 y Azarías, hijo de Hilcías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Meraiot, hijo de Ahitob, oficial principal de la casa de Dios;
12 y Adaía, hijo de Jeroham, hijo de Pasur, hijo de Malquías, y Masai, hijo de Adiel, hijo de Jazera, hijo de Mesulam, hijo de Mesilemit, hijo de Imer;
13 y sus parientes, jefes de sus casas paternas, mil setecientos sesenta hombres, muy capaces para la obra del servicio de la casa de Dios.
14 De los levitas: Semaías, hijo de Hasub, hijo de Azricam, hijo de Hasabías, de los hijos de Merari;
15 y Bacbacar, Heres y Galal, y Matanías, hijo de Micaía, hijo de Zicri, hijo de Asaf;
16 y Obadías, hijo de Semaías, hijo de Galal, hijo de Jedutún, y Berequías, hijo de Asa, hijo de Elcana, que habitó en las aldeas de los netofatitas.
17 Los porteros eran: Salum, Acub, Talmón, Ahimán y sus parientes (Salum el jefe,
18 estacionado hasta ahora a la puerta del rey, al oriente). Estos eran los porteros del campamento de los hijos de Leví.
19 Y Salum, hijo de Coré, hijo de Ebiasaf, hijo de Corá, y sus parientes, de la casa de su padre, los coraítas, estaban encargados de la obra del servicio, guardianes de los umbrales de la tienda; sus padres habían estado encargados del campamento del Señor como guardianes de la entrada.
20 Finees, hijo de Eleazar, antes había sido jefe de ellos, y el Señor estaba con él.
21 Zacarías, hijo de Meselemías, era portero a la entrada de la tienda de reunión.
22 El total de los que fueron escogidos para porteros en los umbrales era de doscientos doce. Estos fueron inscritos por genealogía en sus aldeas, a los cuales David y el vidente Samuel pusieron en sus puestos de confianza.
23 Así pues, ellos y sus hijos estuvieron encargados de las puertas de la casa del Señor, es decir, la casa de la tienda.
24 Los porteros estaban en los cuatro lados: al oriente, al occidente, al norte y al sur.
25 Y sus parientes en sus aldeas tenían que entrar cada siete días para estar con ellos de tiempo en tiempo;
26 porque los cuatro jefes de los porteros que eran levitas estaban en puestos de confianza, y estaban encargados de las cámaras y de los tesoros de la casa de Dios.
27 Pasaban la noche alrededor de la casa de Dios, porque la guardia estaba a su cargo; y ellos estaban encargados de abrirla cada mañana.
28 Y algunos de ellos estaban encargados de los utensilios del servicio y los contaban cuando los entraban y cuando los sacaban.
29 Algunos de ellos también fueron puestos a cargo del mobiliario, de todos los utensilios del santuario, de la flor de harina, del vino, del aceite, del incienso y de las especias.
30 Y algunos de los hijos de los sacerdotes preparaban la mezcla de las especias aromáticas.
31 Matatías, uno de los levitas, el primogénito de Salum coreíta, era responsable de las cosas que se preparaban en sartenes.
32 Y algunos de sus parientes, de los hijos de Coat, estaban encargados de los panes de la proposición para prepararlos cada día de descanso.
33 Y había cantores, jefes de casas paternas de los levitas, que habitaban en las cámaras del templo, libres de todo otro servicio, porque estaban ocupados en su trabajo día y noche.
34 Estos eran jefes de casas paternas de los levitas conforme a sus generaciones, jefes que habitaban en Jerusalén.
35 Y en Gabaón habitaba Jehiel, padre de Gabaón, y el nombre de su mujer era Maaca,
36 y su hijo primogénito fue Abdón; después Zur, Cis, Baal, Ner, Nadab,
37 Gedor, Ahío, Zacarías y Miclot.
38 Y Miclot engendró a Simeam. Y habitaban también con sus parientes en Jerusalén enfrente de sus otros parientes.
39 Ner engendró a Cis, Cis engendró a Saúl y Saúl engendró a Jonatán, Malquisúa, Abinadab y Es-baal.
40 El hijo de Jonatán fue Merib-baal, y Merib-baal engendró a Micaía.
41 Los hijos de Micaía fueron Pitón, Melec, Tarea y Acaz.
42 Acaz engendró a Jara, Jara engendró a Alemet, Azmavet y Zimri, y Zimri engendró a Mosa;
43 y Mosa engendró a Bina y a Refaías su hijo, Elasa su hijo, Azel su hijo.
44 Azel tuvo seis hijos y estos eran sus nombres: Azricam, Bocru, Ismael, Searías, Obadías y Hanán. Estos fueron los hijos de Azel.
1° Crónicas 10
1 Los filisteos pelearon contra Israel y los hombres de Israel huyeron delante de los filisteos y cayeron muertos en el monte Gilboa.
2 Los filisteos persiguieron muy de cerca a Saúl y a sus hijos, y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl.
3 Y arreció la batalla contra Saúl, los arqueros lo alcanzaron y fue herido por ellos.
4 Entonces Saúl dijo a su escudero: Saca tu espada y traspásame con ella, no sea que vengan estos incircuncisos y hagan burla de mí. Pero su escudero no quiso, porque tenía mucho miedo. Por lo cual Saúl tomó su espada y se echó sobre ella.
5 Al ver su escudero que Saúl había muerto, él también se echó sobre su espada y murió.
6 Así murió Saúl con sus tres hijos, y todos los de su casa murieron juntamente con él.
7 Cuando todos los hombres de Israel que estaban en el valle, vieron que ellos habían huido y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; entonces los filisteos vinieron y habitaron en ellas.
8 Y sucedió que al día siguiente, cuando vinieron los filisteos para despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus hijos caídos en el monte Gilboa.
9 Lo despojaron, tomaron su cabeza y sus armas y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos para que llevaran las buenas nuevas a sus ídolos y al pueblo.
10 Pusieron su armadura en la casa de sus dioses y clavaron su cabeza en la casa de Dagón.
11 Cuando oyeron los de Jabes de Galaad todo lo que los filisteos habían hecho a Saúl,
12 se levantaron todos los hombres valientes y se llevaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos, los trajeron a Jabes y enterraron sus huesos bajo la encina en Jabes, y ayunaron siete días.
13 Así murió Saúl por la transgresión que cometió contra el Señor por no haber guardado la palabra del Señor, y también porque consultó y pidió consejo a una médium,
14 y no consultó al Señor. Por tanto, El le quitó la vida y transfirió el reino a David, hijo de Isaí.
Hebreos 12
1 Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.
3 Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón.
4 Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre;
5 además, habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mio, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por El;
6 porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.
7 Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline?
8 Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos.
9 Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos?
10 Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero El nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad.
11 Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia.
12 Por tanto, fortaleced las manos débiles y las rodillas que flaquean,
13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que la pierna coja no se descoyunte, sino que se sane.
14 Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
15 Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados;
16 de que no haya ninguna persona inmoral ni profana como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida.
17 Porque sabéis que aun después, cuando quiso heredar la bendición, fue rechazado, pues no halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas.
18 Porque no os habéis acercado a un monte que se puede tocar, ni a fuego ardiente, ni a tinieblas, ni a oscuridad, ni a torbellino,
19 ni a sonido de trompeta, ni a ruido de palabras tal, que los que oyeron rogaron que no se les hablara más;
20 porque no podían soportar el mandato: Si aun una bestia toca el monte, sera apedreada.
21 Tan terrible era el espectáculo, que Moisés dijo: Estoy aterrado y temblando.
22 Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sion y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles,
23 a la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos,
24 y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel.
25 Mirad que no rechacéis al que habla. Porque si aquéllos no escaparon cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de aquel que nos amonesta desde el cielo.
26 Su voz hizo temblar entonces la tierra, pero ahora El ha prometido, diciendo: Aun una vez mas, yo hare temblar no solo la tierra, sino tambien el cielo.
27 Y esta expresión: Aún, una vez más, indica la remoción de las cosas movibles, como las cosas creadas, a fin de que permanezcan las cosas que son inconmovibles.
28 Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia;
29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.
Amós 6
1 ¡Ay de los que viven reposadamente en Sion, y de los que se sienten seguros en el monte de Samaria, los notables de las naciones principales, a quienes acude la casa de Israel!
2 Pasad a Calne y mirad, y de allí id a Hamat la grande, descended luego a Gat de los filisteos. ¿Sois vosotros mejores que estos reinos, o es su territorio mayor que el vuestro?
3 ¿Alejáis el día de la calamidad, y acercáis la silla de la violencia?
4 Los que se acuestan en camas de marfil, se tienden sobre sus lechos, comen corderos del rebaño y terneros de en medio del establo;
5 que improvisan al son del arpa, y como David han compuesto cantos para sí;
6 que beben vino en tazones del altar y se ungen con los óleos más finos, pero no se lamentan por la ruina de José,
7 irán por tanto ahora al destierro a la cabeza de los desterrados, y se acabarán los banquetes de los disolutos.
8 El Señor Dios ha jurado por sí mismo, ha declarado el Señor, Dios de los ejércitos: Aborrezco la arrogancia de Jacob, y detesto sus palacios; por tanto entregaré la ciudad y cuanto hay en ella.
9 Y sucederá que si diez hombres quedan en una misma casa, morirán.
10 Entonces su tío o su incinerador, levantará a cada uno para sacar sus huesos de la casa, y dirá al que está en el fondo de la casa: ¿Hay alguien más contigo? Y éste responderá: Nadie. Entonces aquél dirá: Calla, porque no se debe hacer mención del nombre del Señor.
11 Porque he aquí, el Señor ordenará que la casa grande sea reducida a escombros y que la casa pequeña sea hecha pedazos.
12 ¿Corren los caballos por la peña? ¿Se ara en ella con bueyes? Pues vosotros habéis convertido el derecho en veneno, y el fruto de la justicia en amargura;
13 vosotros que os alegráis por Lo-debar, que decís: ¿No hemos tomado para nosotros Carnáyim con nuestra propia fuerza?
14 Pues he aquí, levantaré contra vosotros, oh casa de Israel,—declara el Señor, Dios de los ejércitos—una nación que os afligirá desde la entrada de Hamat hasta el arroyo del Arabá.
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