Al principio, cuando Dios creó al hombre y a la mujer, les dio el dominio sobre la naturaleza. Sin embargo, les advirtió que no debían comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal porque, si lo hicieran, las consecuencias serían graves. No obstante, ellos cedieron a la tentación y sobrepasaron el límite que el Señor había puesto.
En otras palabras, el Altísimo les dio la libertad a Adán y a Eva de comer de todos los árboles, pero también les hizo saber que ese derecho tenía un límite. Esto no significa que Dios haya actuado con autoritarismo, porque Él no se complacería en el sufrimiento de nadie, con todo, a partir de aquel momento, le concedió al ser humano la capacidad de tomar sus propias decisiones.
Al igual que Adán y Eva, muchas personas cometen diferentes injusticias porque sobrepasan la libertad que el Señor les ha dado y transforman esa libertad en libertinaje.
Por ese motivo, para poder heredar la Vida Eterna, usted debe renunciar al pecado y a todo lo malo que este mundo ofrece. De lo contrario, el libertinaje y los excesos no le permitirán entrar por la puerta estrecha.
“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” 1 Corintios 10:23.