“Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego.”
(Daniel 3:26)
Dios no nos libra de las tribulaciones, sino que nos libra en la tribulación. Él no me libró de ser llevado a la prisión, sino que me libró en la prisión. Dios permite que pasemos por momentos difíciles y por el valle de sombra de muerte, sin embargo, si mantenemos nuestra fe en alza, sin prestarle atención a las dudas, Él siempre nos rescata. Tenemos que mantener la certeza de que nuestro Dios no puede fallar.
Entre prestarle atención a Su voz o a la voz de este mundo, debemos quedarnos con Su Palabra, sin sombra de dudas. El diablo, una vez sabiendo que Dios no puede fallar, busca lanzar dudas y miedos, para que tengamos fe en sus palabras de derrota y no en la Palabra de Dios. ¿Imagina tamaño absurdo? ¿Intercambiar la fe en la Palabra infalible del Dios Vivo por la fe en la palabra mentirosa de un derrotado?
La palabra de duda se vale de su capacidad de creer. Si usted cree en la duda, ella se fortalece y, con sus propias manos, usted derrumba todo lo que venía construyendo con su fe. Sin embargo, cuando mantiene la confianza, incluso en medio del horno fuertemente encendido, tanto usted como todos los que estén alrededor verán el libramiento de su Dios.
Hay un recado del Señor Jesús para usted hoy: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40)
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo